Profr. José Mario Elizondo Montalvo

Una cacería sin armas – Segunda parte

Una cacería sin armas, solo la cámara fotográfica

Profr. José Mario Elizondo MontalvoTranscurría la semana, huelga decir que dos y hasta tres veces al día recibía llamadas a mi celular, era mi compadre Miguel diciéndome, compadre, no se vayan a rajar yo los estaré esperando en Sabinas, se notaba que quería venganza, mientras tanto mi compadre Rubén me visitó para fijar la hora de salida, acordamos el próximo sábado a las 2 de la tarde, teníamos que esperar a Ernesto, tenía asesorías en la Normal Superior durante toda la mañana, además yo tenía que cumplir con el compromiso de los cronistas en el municipio de Dr. González a las 10 de la mañana por esta razón saldríamos a las dos de la tarde.

Llegó el sábado 10 de noviembre y para variar me llamó Miguel a las siete de la mañana, voy saliendo a Sabinas, allá me cargaré de energía, concentrado, relajado, bien atendido espiritual y materialmente.

Mientras tanto en San Nicolás, a las dos de la tarde cargamos la camioneta con la planta de luz, la bolsa de dormir, hielera, el dominó, un barril de cerveza y algunos alimentos ya preparados, estábamos listos para partir, esperamos a Ernesto que tardó en llegar por causa de una falla de su carro esto fue el motivo por lo que salimos hasta las cuatro de la tarde, ya en camino me comuniqué por primera vez con Miguel y lo único que dijo fue traes el dominó, si no para conseguir uno.

Al avanzar por la autopista llame a mi hijo Mario pidiéndole que dejara la puerta de entrada abierta del rancho, dijo está cerrada y me indicó el procedimiento para abrir el candado y dejarlo igual, por que anda fuera del rancho un socio de la cacería que iba a entrar.

Antes de llegar a la caseta de cobro de la autopista nos detuvimos en el Restaurante el Rancho, donde hay una gasolinera y una tienda de conveniencia para adquirir algunos comestibles, hielo y refrescos de todos sabores, volvió a llamar Miguel, estoy sobre el puente de Vallecillo a San Carlos repitió, no se les olvidó el dominó: surtido lo necesario llegamos a la caseta de cobro que por cierto muy cara 190 pesos, seguimos y a pocos kilómetros distinguimos la camioneta de mi compadre Miguel y él haciéndonos señas, al llegar a este lugar, abandonamos la autopista dirigiéndonos a San Carlos, aproximadamente recorrimos 12 kilómetros para llegar a la entrada del rancho El Cirujano.

Casa

Ernesto en plan de burla se bajó de la camioneta con el dominó en la mano, ¡Es nuevo mira! no queremos pretextos en su nueva derrota, entramos al rancho llegando a la casa sin encontrar a Mario, ni al Arq. Armando, quienes se encontraban en sus puestos de cacería al llegar comentaron que también habían colocado alimento en los comederos de los venados, a invitación de mi hijo salimos a recorrer una brecha en donde tiene colocado uno de los comedores, recomendándonos colocarnos a regular distancia entre 20 y 30 metros para ver los venados y los jabalíes, nos ocultamos para esperar las 6 de la tarde cuando el reloj del comedero arroja el maíz y llegan los animales a comer.

Venados

Seguimos las instrucciones dadas y precisamente a las seis escuchamos el ruido del rehilete que lanzaba el maíz, a los pocos minutos apareció una manada de jabalíes grandes y pequeños, esto nos permitió tomar fotografías, Ernesto, Rubén y yo permanecimos por minutos observándolos y nos dimos el gusto de espantarlos.

Regresamos a la casa esperando que Miguel haya aprovechado el tiempo para preparar algunas bebidas y botanas, pero nos equivocamos permanecía descansando en un catre, relajado y manoseando el dominó.