El cronista: Reflexiones desde el horizonte
Sucede que nací en un pueblo que ya existía…
Cuando poco a poco me fui dando cuenta, mi universo de cosas estaba hecho: la casa, el patio, la calle, la plaza, el tendajo, la escuela, los abuelos, los tíos, los hermanos… la carpintería de mi padre y la mirada dulce y protectora de mi madre. Todo estaba hecho. Los cerros, los pájaros, el Ojo de Agua y el río… el juego de las canicas, el columpio en el mezquite, las carretas, los carros que venían del otro lado, la Iglesia con sus santos y la patria con sus héroes.
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Era alto, delgado, blanco y de ojos claros, bigote espeso a la antigua; vestía de caqui, sombrero y paliacate rojo mexicano. Usaba botines y navaja al cinto; sus manos eran duras y su voz de mando. Fumaba cigarros de hoja; jinete de buena estampa, sabía de caballos y de monturas. Los mismo conducía un express, un tiro de mulas o un yunta de bueyes… lazaba animales y los herraba… echaba el pial y hacía la ordeña… chamuscaba el nopal y lo cortaba… curaba animales y sembraba la tierra.

Fue integrante de la generación política de la década de los 20s. Vivió la pasión y la agitación de la vida cívica del México de Obregón, Calles y Cárdenas… de aquellos años convulsos preinstitucionales e institucionales… de aquel México de las luchas sociales que definieron los perfiles de lo que hoy somos.
Se nos fue una de las voces de este siglo XX de Sabinas Hidalgo.
La historia de la Escuela Secundaria “Antonio Solís” es nuestra propia historia.