Los diciembres del ayer
Eran los días… el fin del otoño cuando te dabas cuenta de que de frío en friíto venía el invierno… cuando las tardes se sentían más chiquitas y el obscurecer de la noche llegaba pronto trayendo silencio y paz en al ambiente.
Textos del libro Historias familiares, La nostalgia de un pueblo; de Celso Garza Guajardo, publicados con autorización de su familia.
Eran los días… el fin del otoño cuando te dabas cuenta de que de frío en friíto venía el invierno… cuando las tardes se sentían más chiquitas y el obscurecer de la noche llegaba pronto trayendo silencio y paz en al ambiente.
Se percibe el paso lento de la claridad del día a la imposición de la noche… en el pueblo por sus calles, dando vuelta al caminar de una calle a otra. Es un momento de paz, de sosiego, como algo que saldrá, sin haber hecho nada por haber hecho todo. No en el día que se va y la noche que llega y aún de eso, la estampa de la vida se detiene interiormente, nos quedamos en él… camino pero nos quedamos en él… caminamos pero nos quedamos adentro… llegamos a donde había que llegar, pero por dentro sabemos que ahí estamos con nosotros mismos.
El Servicio Postal Mexicano tiene sus orígenes desde el imperio azteca. El correo era a través de mensajeros (Paynamis) que se relevaban cada diez kilómetros sobre una ruta establecida (Techialoyan); los mensajes eran verbales o pictográficos. El paynamis recibía adiestramientos especial; muchas veces tenía que comunicar hechos y textos complicados.
Sucede… no pensé que sucedería, pero sucede… El tiempo ha pasado con sus estragos de olvidos y de ausencia…
Panteón y Camposanto… No hallaba cuál palabra elegir… la de panteón me sonaba muy fría, la de camposanto no sé por qué la asociaba a flores, sería por lo de las flores a los santos en la iglesia.
Están siendo relegados en la fiesta, más no en el gusto… tomados poco en cuenta y a la ligera. Más a pesar de ello persisten en el escenario de nuestras hogareñas e insisten en ser el centro de una tradición mexicana que unifica a la familia y llena de agradables recuerdos la vida en la casa de generación en generación.
Nunca les dije nada más que un saludo, pero siempre les vi con admiración y respeto. Me parecía personajes de novela donde el trama era el quehacer y los afanes para bien justificar el derecho a la vida.
Hay recuerdos que se quedan para toda la vida… son recuerdos bondadosos y tiernos que animan la vida para siempre… son recuerdos que no hay que olvidar y que de vez en cuando debemos de extrañar, sobre todo cuando la semilla de esa vida voló al cielo.
El amigo Manlio fue una leyenda. Formó parte de la vida republicana, de la administración municipal, encargado del quehacer cotidiano de lo que antes era ir a Juzgados. Empleado municipal y empleado del Estado, un ciudadano participativo y de confianza en las tareas del registro civil.
Aprendemos atrapados en el tiempo… sobrellevando el tiempo y dejando al tiempo lo previsto y los imprevisto de la vida. Sólo así comprendemos el valor del tiempo de cada quien… sólo así entendemos que es otro tiempo y que el nuestro a la vez es un tiempo que viene de ayer.