Transcurría el mes de diciembre del año de 1952, precisamente el sábado 18, se iniciaba el periodo de vacaciones de invierno, un grupo de alumnos-profesores de la Escuela Normal Ing. Miguel F. Martínez, celebramos una reunión en la casa de nuestro compañero Leonel Villanueva, ubicada en la calle Isaac Garza entre Guerrero y Juárez, siendo el principal comentario que ya habíamos iniciado el segundo año como profesores, en distintas escuelas primarias: Rubén Soto y Mario Elizondo, en la Diego de Montemayor, José Bautista en la Héctor González, Leonel Villanueva en la Prevocacional, Rubén Araujo en la Monterrey, Ildefonso Villarreal en la Revolución y Eusebio González en la Rodríguez Pérez. Tras largo rato surgió el comentario de nuestro compañero Ildefonso, originario del municipio de Cerralvo, y quien nos hizo la invitación para que en ese período de descanso fuéramos de cacería a un rancho de dicho municipio que se encuentra al poniente de la cabecera municipal, precisamente al pie de la sierra de Picachos.
Bautista se apuntó de inmediato auto nombrándose en esta gira, como cocinero, Oscar Rubén Soto López, como un experto cazador, prueba de ello, nos la dio cuando lo acompañamos al Rancho “El Desguague”, de Montemorelos, N.L, en donde dio cuenta de doce conejos que cazó y todos ellos con el tiro de su carabina 22 fue en la cabeza (esta historia es de otro capitulo); Rubén Araujo Medina aceptó con gusto acompañarnos en esta aventura cinegética, ya que él, originario de un municipio de San Luís Potosí, no había tenido ninguna experiencia en cacería, Eusebio González Chávez, se entusiasmó con esta invitación ya que como redactor y corrector en un periódico de la localidad, le pareció que ésta sería una buena nota de prensa que le daría la oportunidad de demostrar que no solamente corregía escritos y comentarios deportivos, sino que podría formar una nueva columna de aventuras cinegéticas.
José Mario Elizondo Montalvo, cuya experiencia demostrada en cacería, en los ranchos en que había asistido, consideró digno de asistir para cobrar esa pieza y lo preciado que es cazar un “OSO”, el acuerdo fue unánime aceptamos la invitación propuesta por Ildefonso, citándonos al día siguiente, en su casa.
La casa de nuestro amigo Ildefonso Villarreal, estaba ubicada en la calle Villagómez, entre Calzada Madero y Reforma, precisamente a espaldas de la iglesia Cristo Rey; nuestra presencia fue alrededor de las dos de la tarde. Conforme fuimos llegando acomodamos en una camioneta propiedad de Poncho, nuestras mochilas (bolsas, arpilleras, costales, cobijas amarradas y un veliz de lámina).
Completa la asistencia, tomamos la calle Reforma hacia el poniente a la calle Villagrán, para llegar a Calzada Madero, y enfilamos rumbo hacia el oriente. La plática era interesante por que Chebo mencionaba que había dentro de la camioneta un agradable olor a tortillas de harina, que seguro tenían chorizo con huevo y frijoles, Pepe Bautista afirma, es cierto pero, esta bolsa no se va a abrir hasta cuando haya pasado una hora de camino.
Nos detuvimos en la avenida Félix U. Gómez, en la gasolinera ubicada precisamente frente a la Escuela Industrial Álvaro Obregón, en donde se llenó el tanque de gasolina, se checaron los niveles de agua, aceite y las llantas (no recuerdo si en ese momento cooperamos para el combustible o si más adelante hicimos una aportación cada uno de nosotros), avanzamos y pasamos la colonia Linda Vista, que era una de las recientes colonias de la entonces Villa de Guadalupe, N. L, cruzamos Los Rodríguez, cruzamos por un vado en el río Pesquería, que atraviesa en este municipio, seguimos nuestra ruta, después hicimos lo mismo con el vado del rió Salinas que esta en el municipio de Marín, N.L para después cruzar Dr. González; aquí, compramos unos refrescos en un pequeño negocio que se encontraba al salir de esta cabecera municipal, precisamente después de un vado que desaloja las aguas del Ojo de Agua de ese lugar, aquí ya no pudimos resistir la petición de Leonel y de Rubén Soto (aclarando que Rubén Araujo también tenía hambre), fue así que Bautista inició el reparto de las mencionadas gorditas de harina, que tal vez por el buen envoltorio que tenían estaban todavía tibias, las cuales degustamos dos o tres cada uno, incluyendo a nuestro chofer Poncho, quien hábilmente manejaba su camioneta, por fin cruzamos Gatos Güeros, el arroyo Mojarás, habían transcurrido dos horas y treinta minutos, llegamos a la plaza principal de Cerralvo, N. L.