Profr. Santos Noé Rodríguez Garza

El Alazapa Indomable – Parte final

El Alazapa Indomable

Profr. Santos Noé Rodríguez Garza–Durante 300 años nos cazaron, nos acosaron, nos persiguieron y no pararon hasta acabar con nosotros, bien decía fray Bernardo de Sahagún: “un hecho desgraciado, moralmente cuestionable, movido por la explotación desmedida de recursos naturales, el sometimiento y la intromisión cultural y religiosa, esto a la letra ha acontecido a estos indios, con los españoles, pues fueron atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les quedó de lo que eran antes”.

“El Prof. Francisco J. Montemayor ha comentado: en 1872 La guerra contra los indios llegaba a su fin; los infelices indios, contra quienes también los Estados Unidos habían decretado una campaña de exterminio, cercados y perseguidos como fieras por todas partes, fueron reducidos a la impotencia poco a poco hasta culminar con la confinación de este pueblo a las reservaciones, donde hasta el presente se les tiene, en lamentable estado de atraso, camino de la extinción total; siendo inhumano a juicio de elemental principio de justicia, la condición a que fue reducido un pueblo digno; que de haberse seguido con él una táctica amistosa, hubiérase incorporado a nuestra nacionalidad como otros muchos pueblos indígenas cuya sangre bulle generosa en el pueblo criollo de nuestra patria”

–Me has dado una lección muy valiosa, –dijo Mencho–, de hoy en adelante tendré otra opinión de lo que ustedes nos legaron como una herencia poderosa, que nos permita luchar grandemente por nuestras buenas costumbres y nuestra manera honorable de vivir.

–No sólo eso, –dijo el indio–, sino que nuestros genes quedaron esparcidos entre tanto hijo mestizo que hubo; y ellos serán factor importante para no rendirse ante los retos que les presente la vida, todo lo contrario, luchar como nosotros antes que permitir ser esclavos. Vivimos una utopía, fuimos sumamente felices mientras recorríamos a pié todo el entorno; cazábamos lo que necesitábamos para alimentarnos y reconocíamos el espacio vegetal buscando las frutas y raíces que consumíamos. Llegaron los que traían la civilización, con sus armas nos atacaron y esclavizaron y nosotros respondimos con el armamento que teníamos, con el tiempo también tuvimos las armas que ellos traían y se hizo más cruenta la guerra; trajeron el caballo para recorrer distancias, asediarnos y sacarnos de nuestros escondites, con el tiempo también domesticamos caballos y los usamos para revertir el asedio y los atacamos en sus puntos de refugio. Los sumisos, los de espíritu débil, todavía viven esclavizados en una simulación inaudita, sufren la discriminación y el desprecio; por eso nosotros preferimos luchar hasta la extinción total antes de someternos al yugo de la civilización.

–¿Cómo los recordaremos? Si es muy poco lo que quedó de ustedes

–Siempre estaremos presentes en su imaginación: cuando en las noches, la gente dice que ve entre el monte y los lugares despoblados llamas que se levantan del suelo, somos nosotros que estamos pernoctando en ese lugar y venimos a vigilar que las normas de convivencia se acaten. Si de pronto sientes que una brisa de aire fresco pasa junto a ti, son nuestros caballos que corren veloces para medir los horizontes de lo que llaman civilización y no permitir que aplasten la libertad de un pueblo, que ha luchado por sus ideales hasta el momento final. Sigue cuidando tus animalitos, vive tranquilo tu vida y coméntale a los tuyos, que en estos lares vivieron personas que no eran crueles ni salvajes, sino que tenían una forma diferente de proceder.

Mencho despertó, inquieto pero no asustado, al fin había comprendido que la actitud de los habitantes de estas tierras, no había sido más que una réplica a las acciones de los que se decían conquistadores.

No sabía si las lecturas que había hecho, o las visitas nocturnas del indio, lo habían ilustrado y le permitían el cambio de criterio que en él operaba, ya no sentiría miedo, ni le asombrarían los fenómenos psíquicos que se presentaran, pues sabía que los oriundos de estas tierras eran gentes buenas.

Una algazara se escuchó en los alrededores: era una mezcla del sonido del cencerro, el eco de las campanas de la iglesia del pueblo, el ladrido del perro, el piar de los pájaros, el arrullo de las palomas o el sonido de las aguas cantarinas los que lo volvieron a la realidad; estaba de pie contemplando de lo alto de la sierra, las tierras de lo que antiguamente se llamó “Real Valle de Santiago de las Sabinas” y se imaginó el nacimiento del pueblo junto a un río lleno de hermosos sabinos y un gran bosque que cubría toda la comarca; se sentía feliz por todo lo que poseía y haciendo eco a las palabras del indio, lucharía siempre por su vida y su libertad.

Autor
Prof. Santos Noé Rodríguez Garza

Sabinas Hidalgo, Nuevo León, México. A 12 de octubre de 2012