El ilustre científico y educador, Eduardo Aguirre Pequeño nació en Hualahuises, Nuevo León el 14 de marzo de 1904. Hijo de Juan Aguirre y Leónides Pequeño. Huérfano de padre, debió trabajar en las labores del campo y salir hacia Ciudad Victoria, Tamaulipas para concluir su educación básica. Luego se traslada a Monterrey en donde estudió en el honorable Colegio Civil y entre 1926 y 1932 en la gloriosa escuela de medicina de Monterrey.
En 1946 estudió en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans una especialidad en medicina tropical. Una de sus divisas: “no hay dificultad tan fuerte que resista los embates de una voluntad firme ni de vulnerar un trabajo continuo a favor de la justicia y bienestar del hombre” se convirtió para él en un impulso para cada una de las acciones emprendidas en su vida. Fundador de las escuelas de biología, agronomía y psicología de la UANL, llegó a Santa Catarina al comprar unos terrenos en la Huasteca y en un sitio conocido como El Palmar. Siendo propietario de El Salto en General Zaragoza, un día le dijeron que había un lugar más bonito y llegó al cañón de Santa Catarina.
Primero decidió la construcción de una casa en la cual pudiera habitar con su familia. Estaba casado con Amparo Cossío de los Santos, hija de David Alberto Cossío y del sabinense Pablo de los Santos. Esa casa fue construida a partir de la década de 1950 en conjunto con sus hijos, alumnos y amigos de ellos y como maestro albañil Simón García Verastegui. Un hijo del hombre de ciencia y educador, el también médico David Aguirre Cossío me contó que una vez debió trabajar como albañil sin importar que al día siguiente tenía un examen muy difícil en la facultad de medicina de la entonces Universidad de Nuevo León. Para Marín Torres Sánchez la casa se terminó en 1957. Era una finca de descanso en donde acudían los fines de semana y las vacaciones la familia Aguirre Cossío. En la propiedad había dos manantiales llamados El Palmar que daban servicio de agua potable al lugar. Ellos construyeron una alberca y una red de canales con los cuales también regaban hortalizas y plantas que el médico mantenía para sus estudios. En revistas y periódicos de la época se referían a la construcción como el “Nido de las Águilas”. Obviamente el sitio, por su hechura, forma y ubicación despertó muchas creencias acerca de que pertenecía a un científico y no sé cuantas habladurías más. Para llegar hasta el lugar había un camino de terracería que iniciaba en el trayecto al cañón de San Pablo.
También se hizo de una finca en la congregación de la Huasteca. En ese lugar, el médico mantenía un vivero para el cultivo de especies y plantas con usos medicinales y hasta alimenticios como el algarrobo, conocido como el árbol del pan. Sembró uno en la plaza de la Fama, que lo más probable es que lo hayan quitado como suele suceder. La familia Aguirre Cossío finalmente vendió las propiedades tanto las del cañón como la de la Huasteca. Siendo alcaldesa la señora Teresa García de Sepúlveda, el municipio de Santa Catarina inauguró un museo en diciembre de 1991. No prosperó en la siguiente administración y como suele suceder, el sitio quedó abandonado, sucio y con grafiti. Siempre se habla de su rescate y difusión. Por ejemplo, bien puede ser albergue para los montañistas o para quienes practican el rapel.
Eduardo Aguirre Pequeño, fue un hombre polifacético. Cantaba, tocaba la guitarra, amante de la fiesta charra, consumado jinete, excelente deportista que dominaba diversas disciplinas, un aventurero en toda la extensión de la palabra, pero sobre todo, un gran educador, científico y médico. Yo tuve el honor de conocerlo y tratarlo en al menos cinco ocasiones en la primavera de 1985. De los primeros que me apoyaron para escribir la historia de Santa Catarina junto con el doctor Pepe Páez. Por cierto se decía que junto con ellos habían escrito una monografía que supuestamente saldría publicada en 1962 y de la cual no se tienen referencias textuales. Para muchos, el doctor es el discípulo más apegado a Gonzalitos, aunque ambos pertenecientes a dos tiempos distintos. Lo mejor del caso es que me permitió llamarle maestro y tratarlo en su finca situada en la Huasteca..
El doctor Eduardo Aguirre Pequeño fue maestro y fundador de algunas dependencias universitarias de la UANL como, Biología, Ingeniería Química, Psicología y Agronomía. Asistió como ponente a numerosos congresos internacionales y perteneció a diversas sociedades científicas y culturales de América y Europa. Obtuvo el premio “Luis Elizondo” en 1972. Autor de varios ensayos de carácter histórico y científico. Contribuyó con sus investigaciones en la cura del mal del pinto y del mal del pulmón derivado por la presencia de esporas de guano de murciélago en el sistema respiratorio. Todo por la ciencia y le investigación médica, hizo padecer en carne propia las enfermedades para darle un adecuado tratamiento. Siempre consideró a nuestras montañas y parajes como los más bellos de Nuevo León. Murió el 18 de julio de 1988 en Monterrey.
Si alguien cuidó, estudió y protegió al cañón de Santa Catarina, fue el médico Eduardo Aguirre Pequeño. Desde su mirador escribió unos versos el sábado de gloria de 1965 dedicada a la virgen de la Cueva: Transeúnte detente/ y dirige tu mirada/ al lejano horizonte/ hacia el poniente. Y en el fondo de eólico agujero/ una sacra figura/ se presenta con los brazos abiertos, / símbolo de gran amor y de paz/ entre los hombres. Y al contemplar la mística figura, / una voz a tu oído te replica;/ es la que siempre aconsejó cordura/ de evocadora imagen del maestro. A 25 años de la partida material del ilustre científico y sabio, Santa Catarina como Hualahuises y Monterrey, están en deuda con el doctor Eduardo Aguirre Pequeño. Un personaje al cual no le hemos dado el homenaje y respeto que se merece.
Antonio Guerrero Aguilar
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina