
Ahora resulta difícil de creerlo… pero en las casas de antes era un implemento imprescindible; lo mismo que una comodidad… el bacín o bacinica, así como suena y para lo que era… para hacer del uno y del dos…
Ahora resulta difícil de creerlo… pero en las casas de antes era un implemento imprescindible; lo mismo que una comodidad… el bacín o bacinica, así como suena y para lo que era… para hacer del uno y del dos… o a veces más para el uno que para el dos, o par los dos… si había enfermo, era indispensables… de manera normal, sobre todo para uso de las personas grandes de la casa… para el papá y el abuelo… era casi un ritual, para “hacer de las aguas” a altas horas de la noche, sin tener que salir hasta el fondo del patio con el peligro de resfriarse, darse un golpe en la obscuridad, asustar a las gallinas o sencillamente recibir un susto por lo que de misterio tenía siempre el rincón de la tapia donde estaba el mezquite.
Por ese motivo se usaba el bacín o la bacinica en cada casa normalmente, no era objeto de ningún ocultamiento; hasta que paulatinamente fue cayendo en desuso, cuando hasta adentro de las casas entró el servicio inglés, el Water. Mientras eso no pasó, la costumbre de tener bacín en la casa perduró y hubo quienes nunca lo dejaron hasta los últimos días de sus vidas.
Al bacín se le colocaba por las noches debajo de la cama ahí nada más a la mano, como para doblar la mano y que ahí estuviera… por ello siempre era discretamente visible si se estaba en el cuarto, a veces sentados en la modesta sala de aquella casa o parados desde el marco de la puerta de entrada. Por estar todo a la vista, el bacín dejaba asomar su oreja por debajo de la sobrecama, al lado del respaldo de la cama.
En las mañanas, al bacín se le sacaba, luego se le recargaba en una pared y se le dejaba al sol el resto del día para que éste hiciera su saludable asepsia… dos frases directas e indiscretas se conocieron siempre en torno a este recipiente… una por las mañanas: “¡Saca el bacín!”… otra por la tarde: “¡Mete el bacín!”. Así todos los días.
Los bacines aquellos eran de peltre, pero los hubo también de porcelana y de lámina más refinadas, adornadas con figuras y dibujos… los bacines… se fueron acabando paulatinamente. En los patios de la casa empezaron a vérseles rodar despostillados y llenos de agujeros y luego, no se por qué, pero siempre terminaban colgados en una estaca de la cerca, para que sirviera de blanco a la puntería de los niños… también terminaron atrás, en los muros de la vieja noria como haciéndole compañía a la infinidad de tinas viejas que contenían matas y plantas de adorno.
Se acabaron los bacines… al menos aquellos de uso diario colocados abajo de la cama y dejaron de pronunciarse aquellas frases tan directas “¡Saca el bacín!” “¡Mete el bacín!”.
Igual que ahora, tampoco a ningún muchacho de esos juguetones le gritan: “¡éjele, tiene cabeza de bacinica!”, por la sencilla razón de que el tal artefacto dejó de ser conocido desde hace varios años… así es… al bacín se le sacó un día para siempre, de debajo de las camas y se le echó al olvido… obra del progreso.
10 de abril de 1989.