Celso Garza Guajardo

Los objetos y los recuerdos: Cuando escuchamos el radio

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

Los radios… aquellos radios viejos… hacía unos, los más curiosos, rematados en forma ovalada en cajas de madera… otros cuadrados y con enormes botones para sintonizar y aquellas gráficas de cuadrantes de rayitas y rayitas y números y números… luego llegaron los radios más pequeños, en estuches de plástico duro y en colores diversos…

Celso Garza GuajardoLos radios… aquellos radios viejos… hacía unos, los más curiosos, rematados en forma ovalada en cajas de madera… otros cuadrados y con enormes botones para sintonizar y aquellas gráficas de cuadrantes de rayitas y rayitas y números y números… luego llegaron los radios más pequeños, en estuches de plástico duro y en colores diversos…

Sea como fuese el radio, nuevo o viejo, siempre ocupaba un lugar especial entre los muebles y enseres de la casa… a veces en la sala que casi no era sala, o en la mesa junto a la pared y a los lados las mecedoras y sillas; podía estar también en la mesa de la cocina, en lo alto del ropero, en una repisa sin santo o a ladito de la máquina de coser.

Había quienes guardaban el radio en una funda bordada o le colocaban una carpeta floreada; todo ello con el objeto de protegerlo del polvo. El radio era así un acompañante dócil, útil y bondadoso… en  cada casa había una estimación especial por el radio, o mejor dicho, había varias estimaciones, según fuesen los horarios y los programas.

Los noticieros de la radio, especialmente los de la tarde, al terminar la jornada diaria del trabajo, se convertían en todo un ritual de escuchas que permitían a los adultos enterarse amplia y constantemente para después, en la esquina, en el tendajo o en la plaza, comentar lo escuchado.

La escena ritual de estar junto al radio en una plácida tarde, esperando el noticiero, me es inolvidable. Las novelas por la radio eran diálogos con la emoción, el silencio y la imaginación… una interacción difícil de creer sino se le ha vivido; las voces con los ruidos motivaban sin límite la capacidad de sorpresa de los escuchas, además de que, al ir por las calles y de casa en casa, se oían las mismas novelas y entonces al transeúnte no perdía ningún detalle.

Los programas policíacos y de misterio como “Apaguen la luz y escuche”… “El que la hace, la paga”… “Leyendas de la ciudad de México”… concitaban las emociones y los comentarios posteriores entre los amigos, capítulo tras capítulo.

La música ranchera entonces en su apogeo, o la norteña que apenas tomaba cuerpo, los programas de tango, el romanticismo de los tríos, los infantiles de Cri Cri, las serenatas dedicadas o los programas orquestas y bandas de aquel entonces… todo ello daba emoción y lustre musical a cada uno de los seguidores.

El viejo y sustancioso programa de La Hora Nacional, domingos a las 10 de la noche, algo nos decía y tiempo hubo en que, presurosos dejábamos el paseo en la plaza para llegar a la casa a escucharlo, sobre todo con sus informaciones de Historia de México.

La costumbre de escuchar el radio en cada casa propició un hecho que, si se le ve bien, se ha perdido ahora: el hecho de cantar espontáneamente en la casa o en los trabajos… cantaba la hermana cuando aseaba la casa, la mamá cuando lavaba, el papá cuando se rasuraba, los niños también cantaban… cantaban los empleados en las tiendas, los albañiles en las construcciones y las costureras junto a su máquina de coser… por las noches, cuando se regresaba del cine o de la plaza, se cantaba por las calles… en fin, todos cantábamos,

Los viejos radios por ahí están perdidos… ya nadie los escucha… ya no están en la sala que casi no es sala, en la mesa o el ropero… nadie se sienta en la mecedora a escuchar un noticiero… en fin, es la época de los estéreos, pesados, gruesos y largos… la época donde se oye mucho ruido musical, en la casa, en las calles y en los carros… es la época de la televisión, las parabólicas que están a punto de engullir al hombre por el profundo camino de los colores y de los ecos inanimados.

Hoy, repaso el archivo y los sueños de fantasía y esperanzas que se formaron en aquel tiempo cuando se escuchaba la radio.

10 de enero de 1989.