Celso Garza Guajardo

Los objetos y los recuerdos: La mil y una historia de la máquina de coser

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

Protegían y se les protegía… la máquina de coser resguardaba la economía del hogar y a su vez la familia le tenía cuidados especiales, ubicada en un buen lugar, limpiándola y colocándole por lo común una funda que la cubría por completo. La presentación hogareña de tener una máquina de coser entrelazaba el interés por el trabajo, la posibilidad de ganar dinero y, en última instancia, hacerse la propia ropa.

Celso Garza GuajardoProtegían y se les protegía… la máquina de coser resguardaba la economía del hogar y a su vez la familia le tenía cuidados especiales, ubicada en un buen lugar, limpiándola y colocándole por lo común una funda que la cubría por completo. La presentación hogareña de tener una máquina de coser entrelazaba el interés por el trabajo, la posibilidad de ganar dinero y, en última instancia, hacerse la propia ropa.

La máquina de coser se convertía así en un tesoro… en un verdadero tesoro familiar. Tesoro que significa el quehacer de la madre, el futuro aprendizaje de la hija y el alimento y la educación, en muchos casos, para toda la familia. Largas jornadas y pesados años de trabajo se dieron en ella… Vidas que se consumieron para que otras de realizar. En familia la máquina de coser dura 10, 15, 20 o más años hasta que se traspasaba como regalo, se le vendía por apremiantes necesidades o, definitivamente, se descomponía y no tenía arreglo o no había en el pueblo quién la arreglara. Si se adquiría una nueva, por lo común era en abonos semanales y se convertía en toda una novedad: si tenía rodillos o estaba fija, si tenía más cajones, si se le guardaba, si era de pedal o de motor…

Nunca fue un lujo y pasó a ser vista como parte de la caja de hijos, de agujas y de tijeras, de aros chicos y grandes que en cada casa siempre los hubo… llegó a ser expresión en la penumbra de los cuartos de un abnegado trabajo de la mujer de la casa, lo mismo que de las obreras de talleres de  vestidos. En Sabinas Hidalgo es una tradición que tiene un siglo en los hogares y medio siglo en las fábricas de ropa.

La historias son miles… Todos conocimos la propia y supimos de otras… en el radio y en el cine se reprodujeron muchas similares.

En el pueblo, cuando la gente se mudaba de una casa a otra, todos los muebles se desarmaban y se hacían los grandes bultos de ropa y de colchones, y todo se acomodaba como fuese, en el carretón o en la camioneta para ir al nuevo hogar, pero lo que se acomodaba y se trasladaba de manera muy especial en ese conjunto de cosas, era siempre la máquina de coser. Las historias de sueños y esperanzas que sobre ellas se descargaron, no deben olvidarse… son historias que enorgullecen y de las cuales se extraen valores de nobleza y de humildad. Historias que se daban en los turnos de trabajo y de las cuales habremos de aprender, si no a hilvanar las telas, sí a ordenar en muchas casos la grandeza de un pasado familiar, en condiciones por demás especiales y el cual salió adelante por el trabajo realizado por alguien en la máquina de coser del hogar. Vidas ejemplares y laboriosas fueron las protagonistas siempre en torno a una máquina de coser.

Historia de joven que aprendió el oficio siendo casi niña en un taller de vestidos; de la muchacha soñadora que trabajaba y cantaba y cantaba en su casa, en la máquina de coser… historias de mujeres especiales que sacaron adelante familias enteras con ese solo medio de trabajo.

El gran muralista José Guadalupe Guadiana plasmó en los muros de la Escuela Normal “Pablo Livas”, la imagen de una joven mujer sabinense, trabajando en una máquina de coser y enfrente de ella el rostro en sueños de hombre casadero… ese fue el homenaje del artista plástico… éste es el homenaje del cronista a la mil y una historias en torno a la máquina de coser.

6 de febrero de 1989.