Está confeccionado con organza blanca, color que simboliza la pureza de las Vallecillenses; su falda es circular en pliegues y llega a media pantorrilla; la cintura se enmarca por una banda, que culmina en parte trasera del vestido en dos listones; de la cintura parte parte una sobre falda que se remata en un pico al frente.
La blusa remata en su parte superior con un cuello de olanes, también posee un peto en «V» olanado y sus mangas son abullonadas hasta la mitad y terminan pegadas al antebrazo, llegando sus puños en pico hasta la parte media de la mano; sobre la falda se observan bordadas en hilos grises y ocres, la campanas del templo de San Carlos de Vallecillo; bordados en lentejuela plateada, aparecen los contornos de los lomeríos de donde se extrae la piedra de rostro, también a los lados del conjunto de campanas, los márgenes de la sobre falda y los puños de la manga, están bordados con lentejuela plateada, que rememora la riqueza de la antigua mina de «La Iguana». El traje se acompaña por botas blancas de agujetas. El cabello de la portadora del vestido debe recogerse con una flor blanca.
Juan Manuel González Sánchez
Cronista de Vallecillo, Nuevo León