Carta a una nieta

Historias familiares

Monterrey, 15 de noviembre 1997

María Teresa

Querida Siempre Nieta:

Te queremos desde hace mucho tiempo, desde ayer de los ayeres y para mañana de los mañanas. Hoy cumples un año que no es tiempo suficiente para decirte la felicidad que has dado a nuestras vidas. Eres un año terrenal multiplicando por los ceros infinitos del amor, del bien, de la gratitud y de la humanidad.

Los niños, todos los niños, los niños como tú, son el milagro divino de la vida. Son lo bueno de todo lo bueno de la vida.

Los niños nos hacen buenos, sí los queremos, como todos te queremos a ti, nos acercamos al secreto de la felicidad de la vida: sencillamente querer a los niños y construir un mundo mejor para ellos.

De ti pequeña nietecilla y de todos los niños deviene toda la felicidad para todos y toda alegría del mundo.

Los niños son los únicos seres grandes de la tierra. Los únicos que se acercan a Dios sin Oración. Porque ellos son la oración. La mirada de Dios, está en la mirada de todo niño como tú, ahí está el secreto del amor, del perdón y de la Fe.

Gracias por ser esa oración para nosotros.

Hay algo que ya sabes y que solamente te lo quiero reafirmar: tus padres son tan maravillosos como tú. Juntos son una armoniosa lección de amor. Quiérelos. Ellos se quisieron desde antes, Tú lo sabes bien. Que el mejor de tus mañanas, cuando ya camines por ti misma en la Tierra, sea el protegerte y proteger el amor de tus padres.

Gracias, María Teresa, tu abuela Teresa de Jesús y yo, te escribimos para el mañana pues ahora tú eres la inspiración.

29 de noviembre 1997