Hace 30 años. Segunda parte

Historias familiares

Cuando era necesario… cada familia lo sabía a tiempo… a su tiempo. Sabía cuándo y dónde.

Familias había que se iban a Laredo, a los Estados Unidos y familia había que se iban a Monterrey.

Lo cierto es que las familias emigraban… emigraban ayer y lo siguen haciendo ahora.

Se iban en partes… de pocos en pocos o todos juntos a la vez… se iban… para volver alguna vez para nunca volver o para volver de vez en vez.

Dejaban las raíces vivas para poder crecer en otros lugares. Cada familia se convierte así en una historia propia de vuelos y nidos. De viejos orígenes y de nuevos sueños que nacen lejos.

Un día la familia emprendió el camino hacia San Nicolás de los Garza. En junio de 1967. Aquella familia empezaba a desgranarse como toda mazorca bíblica: dos hijas se habían casado, una vivía en Estados Unidos y la otra en San Nicolás. Dos hijas mayores seguían trabajando en el pueblo en antiguas tiendas de abarrotes. Dos hijos maestros estaban por el mundo y tres estaban pequeños. Aún así, los anhelos de ser otra cosa eran más fuertes que el quedarse en el mismo lugar. La vida en Sabinas había sido dura pero buena, inolvidables e irrepetible. Una vida de vagabundear de casa en casa en el pueblo… pero un día la perspectiva alentadora surgió y Gustavo había comprado una casa en la floreciente colonia Las Puentes en San Nicolás. Después de vivir provisionalmente seis meses en una casita de la colonia Anáhuac, en enero de 1968 la familia se mudó por vez primera a la primorosa nueva casa, a la única de siempre de Cerro del Obispado 122, 2º Sector de las Puentes.

San Nicolás, Monterrey y Guadalupe han sido moradas de muchas familias sabinenses en sus nuevos nidos, que continuamente se marchan siguiendo los pasos en los trabajos o a los hijos en su despertar… buscando otros horizontes… se van sin irse, guardando sueños y recuerdos en sus corazones y abriéndose a su vez a los nuevos amaneceres del destino.

Dolor y alegría, angustia y esperanza sintetizan la mezcla en el cambio y en traslado… de la vida aldeana a vivir en la metrópoli… nueva vida en la misma vida. Pronto se aprende a vivir de nuevo.

En el caso de mi familia, San Nicolás fue siempre Sabinas, pues por todos lados, calles, mercados, escuelas, había conocidos del pueblo, viejos vecinos y amistades. Nueva vida en la vieja vida.

Mi padre nunca se adaptó a las circunstancias hizo del cambio un desasosiego… la carpintería allá… un día ya no pudo trabajar y se puso a pensar… se puso a reflexionar sobre vida que había vivido y la que hubiera deseado, pero el tiempo se le iba y sus anhelos no los alcanzaba… un día plasmó algo de sus sueños desesperados y escribió tres libros de sus memorias.

Mi madre en cambio, hizo de su casa en San Nicolás la misma casa de Sabinas: siempre limpia y arreglada… llena de matas, helechos, árboles y pajaritos, llena de aroma y de frescura, con su comida puntual a las 12 del medio día, con trato amable para todos y bendiciones de hogar bendito para todos los hogares con amor a todos sus hijos, vivió rodeada de sus santos y de gratitud constante a su Dios. Nuestra madre logró que día tras día el ambiente de la casa en San Nicolás fuese siempre el mismo que vivimos en Sabinas. Por eso nunca nos desarraigamos.

Todos los días así fueron… como un solo día, como un solo año de 30 años. Una vida de trabajo sin cesar… haciendo por la vida… nuevas familias, nuevas casas, nuevos hijos.

Hace 30 años… el tiempo ha pasado y hay tantas historias que contar de Sabinas a San Nicolás y de San Nicolás a Sabinas… hay tantas familias así, hay tanto tiempo que en realidad no ha pasado porque se guarda en el corazón, que es el mejor lugar de la memoria.

Al recordar esta historia rindo homenaje a todas las familias que en igual forma se van un día del pueblo porque sabían por que y hacia donde hacerlo, pero que en realidad nunca se van porque sus recuerdos y raíces las han mantenido vivas.

24 de enero 1998