Primero pedir el tiempo…
Al paso de un día, en otro día, en otro día… sin darme cuenta que el día de hoy no es el de ayer. El jueves se comió al viernes y éste al fin de semana… luego, ya no había tiempo… quedé sin tiempo.
Como cronista no pude escribir la crónica… perdí el tiempo en otras cosas y cometí así el yerro mayor de todo cronista: perder el tiempo y no guardarlo en crónicas.
Sucede que los recuerdos se me desordenaron, más bien se me deshilacharon, como un trapo viejo que ya nada detiene… pensaba escribir sobre la tienda de Don Luis González y cuando la fui a ver, la esquina estaba modificada por completo… luego busqué a los taxistas de la plaza y nunca llegaron… después quise encontrar a Don Pacho Durán y sólo vi su sombra por la calle Zaragoza… me acordé de Don Juanito el indio y se me desvaneció en las décadas… pensé luego en aquel viejo dirigente sindical Don David Rodríguez y no pude atar nada; después quise escribir sobre Don Eulogio Reyes pero la carga de materiales era mucha y lo dejé para más tarde… viajé por las calles del viejo pueblo y las encontré tan cambiadas que ya no las reconozco.
En fin, terminé cansado y de un día pasó a otro día… el impresor no espera, por eso hoy le entrego una crónica perdida de tratar de encontrar el tiempo y de remendar los viejos recuerdos. Ojalá y no se me vuelvan a deshilachar.
17 noviembre 1987.