Celso Garza Guajardo

Personajes del pueblo: La historia perdida de Hilaria y de José

Aquellos años que soñé

Celso Garza GuajardoVivían por la calle del Alto, la que está arriba de la calle de Piedra, a mitad de cuadra, casi esquina con Zaragoza. Vivían en un jacal de esos de adobe y de palma. Eran dos, como uno solo, como dos diferentes… solo dos.

Acabo uno, acabó el otro, terminó la vida, se cayó el jacal, no hay nada que indique su existencia… solo quedan perdidos los recuerdos.

Nunca supe sus apelativos, ni qué edad tienen, ni quiénes eran sus familiares. Vivían en matrimonio en aquel jacal. En su patio, lleno siempre de pastura y de zacate, legaban los cocheros, los carretoneros y otros hombres de a caballo, a comprar el alimento para sus animales. Otra gente también llegaba por la leña, por las hojas para tamales, las tortillas y los huevos de gallo-gallina. El jacal parecía así una especie de sucursal del campo, de las labores y de los montes.

Hilaria trabajaba y administraba. Compraba y vendía la pastura y leña, recogía los huevos de los nidales, separaba las hojas, hacía las tortillas. Todo el día en movimiento. Una verdadera mujer de siempre, de ayer, de hoy y de mañana. Una mujer de trabajo…

A veces sentada en el marco de la puerta del jacal, parecía una estatua de cañas, leños y adobes, que se integraba y se desintegraba cada vez se ponía en movimiento. Vestía de gris, vestía de negro, con sus enaguas, su blusa y sus ropas; con su delantal parecía una capitanasin tregua en la empresa de su vida… administraba la economía y ponía en circulación aquelloos rústicos productos.

Así fue Hilaria, sola, sola con José, solos los dos… solos en el tiempo que se les fue.

José… José era otra cosa… más sólo que la soledad, sólo tuvo el apoyo de Hilaría… sin nadie en la vida, sólo supo de pequeños trabajos y de hacer mandados. Sólo supo de rondar esquinas y tendajos, conociendo veredas y caminos de pueblo… se aparecía cuando no hacía falta y de desaparecía cuando eran requeridos sus servicios… a José le decían “Gorra Prieta”. Pero más bien era una variedad de Pito Pérez, pero con mejor suerte… la suerte de tener a Hilaria.

Hilaria y José tenían así sus formas de vida. Hilaria mantenía la vida del jacal y la vida del jacal mantenía a José. Hilaria rondaba por todos los rincones del patio y del jacal; José rondaba por todas las esquinas y tendajos cercanos a su domicilio. Hilaria era polvo fino, cernido por el trabajo para amasar buen pan. José era como piedra de cascajo, de ese que tiene que rodar mucho para amoldarse y dar de sí.

El tiempo pasó… el tiempo acabó lentamente con el fino polvo de la vida Hilaria… el tiempo detuvo el rodar de aquella piedra sin lado que fue José… personajes piadosos y nobles los cuidaron en los últimos alientos de sus vidas.

Terminó el polvo fino… terminó la piedra dura… se acabo el jacal, nadie ronda por el patio que ya no existe, nadie da vueltas por el tendajo de la esquina que cerró sus puertas para siempre… sin embrago, la historia perdida de Hilaria y de José es útil para recordar que todos somos polvo fino y cascajo a la vez, en la proporción que queremos.

10 de enero de 1985.