Celso Garza Guajardo

Los objetos y los recuerdos: Las carrozas

Aquellos años que soñé

Celso Garza GuajardoParecían como vitrinas montadas en ruedas, puertas al fondo y arriba un techo de madera donde se colocaban coronas y ramos de flores.

Un caballo tiraba del mueble y un cochero adustamente conducía. La carrozas tenían un uso exclusivo, no eran propiamente un coche, pues los coches de caballo llevaban gente de un lado a otro del pueblo y las carrozas sólo llevaban a los muertos al panteón.

La escena natural por varias décadas en eso del morirse, fueron las carrozas de a caballo y un cochero en el estante… aprisa cuando iban a la casa del difunto… lentas cuando marchaban al panteón y ligeras cuando volvían del camposanto y se perdían por las calles del pueblo para guardarse tras un portón.

En Sabinas Hidalgo durante varias décadas, casi la mitad del siglo, Don Manuel Garza Jiménez mantuvo el negocio de una funeraria por las calles de Guerrero y Zaragoza, fabricando en su carpintería las cajas de muertos… cajas de madera, unas sencillas, sin pintar, ni adornos, sólo clavadas; y otras pintadas, adornadas con bisagras y agarraderas… por los años 20s las cajas valían 5 y 10 pesos… por los 50s, 100 y 150 pesos… tres carrozas integraban el equipo: una de lujo con penachos y encajes aterciopelados; otra sencilla, de discretas figuras y una más de blanco… A mediados de los años 30 Don Manuel Rodríguez estableció un negocio similar por la calle de Mier y Terán… en la década de los 40s, Don Ruperto Sánchez también estableció una funeraria por la calle de Matamoros…

Los muertos eran velados en las casas, para lo cual se despejaba un cuarto, sacándose los muebles y trayendo sillas prestadas de las casas vecinas… a veces las sillas se sacaban al patio o a la calle también… la gente acudía a dar el pésame a los dolientes… los ramos sencillos de flores en hojas de laurel y de cubreviento… parientes y vecinos enviaban café, bandejas de pan y comidas completas a la familia del doliente… las mujeres rezaban iluminadas por lar velas de cera… al caer la noche, los hombres platicaban sin parar, haciendo circular discretamente una botella de mezcal…

Las esquelas, participación escrita de un fallecimiento, se había repartido el mismo día con los datos precisos: quién murió, quién lo participa, dónde y cuándo… la hora del sepelio.

La carroza llegaba… se iniciaba la marcha a pie hasta la iglesia y el panteón. Las paladas de tierra, los puñados de tierra de despedida… las aplanadas… el adiós.

Sin saberse cuándo, la carroza se marchaba… sin saberse cuándo desaparecieron del escenario… se inició la era motorizada y se industrializó más el negocio del morir. Las viejas funerarias se liquidaron y dieron paso a otras negociaciones… en los tiempos actuales cuesta mucho el regresar a la madre tierra… casi es un lujo, no debería ser así.

Esta crónica sobre las carrozas es sólo para recordar el próximo 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos… fecha y lugar de cita en el panteón del pueblo para todos nosotros.

No hay que perder la costumbre de ir al panteón… es un acto de humildad… pues la muerte es hermana gemela de vida, ella nunca se olvida de nosotros, por más soberbios e indiferentes que le seamos…

El mensaje de esta crónica en el día 2 de noviembre… Vivir con humildad es la única forma de heredar a la muerte los valores supremos de la vida: Paz y Amor.

28 de octubre de 1986.