Celso Garza Guajardo

Los Oficios: El Santa Clós de la calle de Escobedo

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

A todos los niños de Sabinas Hidalgo

Celso Garza GuajardoA todos los niños de Sabinas Hidalgo

Cuando fui niño… cuando era niño… cuando los días aquellos, sabíamos de Santa Clós, de los regalos, de un trineo y de unos venados corriendo por el cielo.

Unas ramas de cubreviento servían de árbol de árbol de navidad, papel de colores, cajas de zapatos y figuras para el nacimiento… la imaginación nos conciliaba ideas en aquel universo infantil.

El árbol de navidad… el nacimiento… los pastores… Santa Clós… la fantasía era dulce y llena de calor… la navidad era diciembre con el nacimiento del Niño Jesús, los pastores, las gentes de Noche Buena y el Santa Clós, el papá de cada quien con los regalos, si los había y si no también…

Sin haber sido monaguillo, tenía claro lo de la navidad… me gustaba, me gustaba mucho… lo que no tenía claro era lo de Santa Clós… lo de los regalos, el trineo y los venados por el cielo… la entrada por la chimenea ¿cómo entrada, si había lumbre y las cenizas calientes?

Lo de los tamales sí lo tenía claro, pues en la casa siempre los hubo en la mesa para cenar esa noche…

Imaginé que Santa Clós vivía al acabar la calle Escobedo, atrás de los cerros, atrás, al otro lado de los cerros… los venados estaban allá y en la noche del 24 los formaba al trineo, agarraban correntía por una de las lomas y se echaban como a volar con la fuerza que llevaban… por arriba de toda la calle Escobedo y el vuelo se les acabada en los colegios, en las esquinas de Don Manuel Flores, Don Manuel Ancira y Don Ambrosio Solís… en los colegios, atrás de la escuela grandota de “Don Manuel M. García”, aquella que se quemó… ahí paraba Santa Clós.

Entonces los papás se reunían, tomaban los regalos y se marchaban rápidamente a sus casas… mientras tanto, Santa Clós conversaba con algunos vecinos que le ayudaban a contar el dinero de los juguetes… siempre tuve claro que los regalos costaban, pues cuando no había dinero no recibía regalos.

Para regresar, Santa Clós soltaba los venados y el trineo se guardaba por ahí, en alguna casa… y Santa Clós se volvía a pie por la Calle Escobedo hasta perderse en los cerros.

Eso me imaginaba… más otras cosas… por ejemplo, en vez de trineo me imaginaba un expresito… y en ves de gorro pensaba en una cachucha de orejeras y en ves de saco, en un maquinof de cuadritos rojos; y en vez de botas, en unos botines… Santa Clós no vivía en el polo, sino en una majada atrás de los cerros, donde las cabras eran muy obedientes y los pajaritos y animales le llevaban los regalos mientras que él se la pasaba todo el año viendo las calificaciones de los niños y preguntándole a los papás si tenían para comprar los regalos…

Vivía por la calle de Escobedo, a una cuadra de donde Santa Clós paraba en navidad… la puerta de la casa quedaba entreabierta, había una lucecita de veladora al Sagrado Corazón de Jesús y en la mesa de la cocina tamales de navidad… me metía hecho un rollo en la colcha con los ojos abiertos y pese el regaño para que me durmiera, quería ver pasar a Santa Clós por la calle. Desde la ventana veía el cielo y únicamente estaban las estrellas… pasaban los papás con regalos, se oían pasos… me quedaba dormido y en sueños veía todo. Por la mañana, la evidencia de que Santa Clós había estado en la casa, era el que la bandeja de tamales estaba a la mitad.

Pasado el tiempo, en un diciembre, con mis amigos Luis Llano y Ricardo Oziel, fui a los cerros, lejos muy lejos, quise toparme con el final del sueño infantil… no lo logré… sólo encontré el recuerdo y el horizonte del valle de la vida… el recuerdo era yo mismo atrapado en el alma infantil que había sido y el valle el pueblo donde estaba viviendo.

Hoy, muchos años después, encuentro el sueño y lo escribo en esta crónica…

No sé ahora dónde para Santa Clós, la calle de Escobedo es en un solo sentido; los colegios están bardeados, hay mucho tráfico, vi venados, a los mejor maneje una camioneta texana ya no usa trineo y vi venados, a los mejor maneje una camioneta texana de llantas grandes… no lo sé… quienes seguramente lo saben muy bien son los niños de ahora, los niños quienes hacen renacer el principio de la Navidad, igual al niño aquel de Judea…