Celso Garza Guajardo

La Familia: El tiempo de mi padre

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

…a sus 75 años

Celso Garza Guajardo…a sus 75 años

El tiempo de mi padre comenzó en el centenario fatal del Barrio de Tajo, donde nació el 9 de julio de 1912… amplio solar, corrales, árboles y nopales, ahí donde vivían los abuelos Brígido Garza Jiménez y Rosa María Ríos Guzmán… ahí donde sólo quedó silencio y el recuerdo, en el único jacal que quedó en la salida del pueblo a Garza Ayala.

Inició su tiempo entre las carretas del abuelo por los senderos del camino ancho, por los rumbos a Laredo, perdido en los montes de mezquite de Colombia, en un ir y venir de rutinas y de sollozos, atrapados por el sol, el polvo y las noches llenas de estrellas.

Se le embrolló el tiempo entre las esperanzas sin alas de una adolescencia de los años 20s, cuando en el pueblo aún la Revolución no hacía sus transformaciones, cuando no había los sistemas educativos ni de salud ni de trabajo, cuando no existía la carretera y cuando aún no llegaba Don Manuel M. García a cambiarlo todo.

La inmensa mayoría de los jóvenes de esa época se toparon con una mañana muy madrugada que les zarandeó los sueños convirtiéndolos en hombres de prisa, endureciéndoles el cuerpo y estrujándoles el alma. Una generación que no tuvo tiempo de buscar su mejor suerte, pues el destino les enfrentó a la realidad.

Si los mexicanos de 1910 abrieron la puerta de la historia del país en este siglo, los mexicanos de la década de 1930 consolidaron y defendieron al México de hoy. Lo que ahora somos, se sembró antes, mucho antes, pero germinó por los esfuerzos, los sacrificios y las luchas de esa década. Por eso, el tiempo de mi padre, estaba lleno de un sabor a ciudadanía, de un sentido muy claro de patriotismo y de clara actitud nacionalista por el rumbo de un país en marcha… civismo, patriotismo y nacionalismo desde abajo, en las filas del pueblo… otros, los de arriba, patentizaron los logros, mientras que las nuevas generaciones disfrutaríamos después los beneficios.

El tiempo de mi padre se martilló desde en un banco de carpintería y se quedó entre las tablas, barrotes, puertas y ventanas. Se pasó de carpintería a carpintería, escapando y volviendo al mismo oficio por casi medio siglo, haciendo y rehaciendo siempre el mismo banco de labores y por muchas veces las cajas de herramientas… por todas partes quedaron: el estridente sonido de los serruchos, las herramientas siguen en uso en otras manos y los aprendices formados en su carpintería andan en otros lados…

Fue un carpintero a la medida de la Biblia, prefiriendo más dar que recibir…

Mi padre dejó su tiempo en las carreteras… de prisa y por todas partes… en el pueblo, por Laredo y por Monterrey, en San Luis Potosí, en el estado de Morelos y en Chihuahua. Casi veinte años desparramó entre puentes y obras de carpintería par el asfalto, en las filas del sindicato aquel de la SCOP, pero un día cambió de quehacer, pues él no es de los que jubilan su vida en ninguna parte… siempre insistió en hacer valer sus esperanzas, aún de que no tuvieran alas… ¡Vaya enciclopedia de esfuerzos, proyectos y anhelos los de mi padre por caminar sin topes en la vida!.

El tiempo de mi padre se exilió un día del pueblo, marchándose a San Nicolás de los Garza, ahí donde se fue medio Sabinas desde fines de la década de los 60s… cuando las nuevas generaciones requerían otros espacios… fue un cambio atormentado, como son todos los traslados, como son los destinos de aquellos que llevan sus ilusiones atadas a la carga de la realidad.

En fin, que un tiempo como el de mi padre, no cabe en sus 75 años… es un tiempo de historias y de espiritualidad, contradictoriamente grandes, no por ser él, sino ser representativo de su generación, de los que no acumularon riquezas, de los que sólo entregaron su tiempo para perfilar los logros del país y de las generaciones de ahora.

El tiempo de mi padre no ha terminado. No se le puede atrapar, puesto que no es un tiempo materialista, es un tiempo espiritual y pienso que apenas comienza para mí la cátedra de aprendizaje, el cúmulo de experiencias, sabidurías y valores que han conformado su existir.

Por eso, un tiempo así no puede quedar en el pasado ni ser olvidado en el presente… pues es un tiempo transformado en lecciones vitales.

Al saludar a mi padre saludo también a toda su generación, impulsando el recoger las estafetas de todos ellos, para fortalecer con más luz y verdad en los tiempos de ahora.

29 de mayo de 1987.