Era un lugar de trabajo duro, lo recuerdo remotamente. Estaba por la calle de Zaragoza, entre Juárez y la Calle de Piedra. En la subida, o en la bajada, según se le quiera ver: Ahí estaba la fragua, toda llena de carbón, de fuego y de fierros.
El centro de la fragua era el fuelle y el redondel aquel donde se avivaba el fuego para poder domar el acero. Al lado estaba un banco ennegrecido y un yunque sobre el gran tronco macizo, pedazos de fierro, ruedas de carreta, herraduras, bisagras y grandes clavos. Había muchas cosas más colgadas y recargadas.
Fuego y fuerza a la vez, eran para mi la fragua.
A la fragua de la bajada también la vi siempre como una panadería… En el horno de la panadería, sí había fuego, hacia pan. En la fragua si había fuego había trabajo. Entre más fuego más trabajo y más pan.
Los hombres de la fragua me parecían venidos del centro de la tierra, como nacidos al término de la noche y al comienzo del día, ideados para el trabajo de fuego y fuerza que tenían que realizar. Mágicamente llegué a creer que el fuego de la fragua debería de estar siempre encendido y que el yunque era una masa sólida llena de recuerdos y de dolores.
A la fragua de la bajada vi llegar cocheros y carretoneros, viejos carpinteros y gentes que solicitaban herramientas de trabajos especiales. De todo un poco se hacía en aquella fragua. De todo un poco en aquel mundo que estaba cambiando para la fragua.
Pocas veces fui a la fragua de la bajada. Más bien me gustaba pasar despacito por la terregosa calle, a ver si el fuego de metales estaba encendido. Si lo estaba, observaba que se realizaba, casi a pleno sol amalgamando fuego y fuerza. Escuchaba luego los diálogos… todo ello sin dejar de caminar. Al doblar la esquina, no podía impedir el interrogarme y exclamar en silencio… ¿sabrán otros que la fragua es un lugar muy duro de trabajo? ¡El fuego, el fuego! ¡Que no se apague el fuego de la fragual…
La electricidad y la técnica acabaron con la fragua de la bajada como acabaron también con las viejas carpinterías, zapaterías y panaderías… El fuelle se heló de olvido, las cenizas volaron al pasado y el yunque se llenó de abandono.
Los hombres de la fragua de la bajada, lo mismo que los hombres de otras fraguas, se marcharon… se despidieron de sus orígenes del centro de la tierra y del alba, para traspasar con amargura su tiempo, su propio tiempo, pues ya no había lugar para ellos en estos tiempos. El yunque no quiso venir con ellos, pero les entregó a cambio sus recuerdos y dolores y por eso los hombres de la fragua de la bajada, al igual que los otros hombres de la otras figuras de mi pueblo, sí conocían el corazón del yunque, es como el de ellos, el corazón de trabajo…
Por ello siempre ha pensado que todos los hombres que trabajan duro y constante para el bien, tienen, igual que los hombres de la fragua, un corazón de yunque.
17 de octubre de 1985.