Celso Garza Guajardo

Temas de educación: Las ilusiones de tres maestros…

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

Era el año de 1900 cuando el maestro Bladimiro Treviño, junto con sus dos hermanas, llegaron al pueblo. Traían sus pertenencias en baúles, muebles y demás enseres que indicaban cierto origen acomodado; llegaban de Múzquiz, Coahuila, atraídos por la situación de bonanza que aquí se vivía, con el ánimo de forjarse un nuevo porvenir, para lo cual abrirían dos pequeñas escuelitas de instrucción primarias.

Celso Garza GuajardoEra el año de 1900 cuando el maestro Bladimiro Treviño, junto con sus dos hermanas, llegaron al pueblo. Traían sus pertenencias en baúles, muebles y demás enseres que indicaban cierto origen acomodado; llegaban de Múzquiz, Coahuila, atraídos por la situación de bonanza que aquí se vivía, con el ánimo de forjarse un nuevo porvenir, para lo cual abrirían dos pequeñas escuelitas de instrucción primarias.

Eran personas preparadas y de gran respeto, prototipos de aquella época. Causaron grata impresión en la sociedad y las autoridades municipales les autorizaron de inmediato el desempeño de sus oficios como maestros. Los tres eran solteros. Se fueron a vivir al terminar la calle Cuauhtémoc al oriente, una cuadra antes de topar con la acequia. En esa casa donde vivían, instalaron la escuelita para niñas, atendida por las dos hermanas y una cuadra hacia el norte, por Mier y Terán, establecieron la escuela para niños, atendida directamente por el maestro Bladimiro Treviño.

Eran maestros autodidactas, cultos y disciplinados; manejaban la enseñanza al estilo clásico de aquellos años, haciendo énfasis en valores morales y cívicos, además de predicar con el ejemplo de sus propias vidas de gran rectitud de todos órdenes. El contacto con la naturaleza era parte de las enseñanzas, por eso se incluían en los meses de primavera y verano, los paseos a los moliendas, a los parajes de Garza Ayala y a las riberas del río.

El maestro Baldimiro Treviño completaba sus quehaceres diarios redactando oficios y cartas para tratar asuntos judiciales de todos aquéllos que acudían a él para tales ministerios; lo mismo redactaba también las cartas de amor para la pretendida novia o el amado ausente. La vida de aquellos tres seres fue así, todo orden y rectitud en pos de sus propias ilusiones de forjarse laboriosamente un porvenir mejor. Con el paso de los años fueron formado parte de aquel pueblo, hasta llegarse a convertir en personas altamente reconocidas por todos.

Por más de tres décadas, que trascurrieron lentamente, así trabajaron, de sus juventudes maduras pasaron a los siguientes etapas inevitables de la vida.

Las escuelitas seguían laborando… mas los tiempos cambiaban y ellos empezaron a sentirse tanto viejos como cansados. Las escuelitas particulares como las de ellos, cual cursillos laicos de primeras letras, ya no tenían cabida… lo mismo que sus ilusiones a esa edad de sus vidas, a su lugar de origen a Múzquiz, y un día… un día del año de 1935, se marcharon… los tres, tan silenciosos como habían llegado, pero ahora más acabados, acompañados de la soledades de sus almas…

Silenciosos empacaron sus escasas pertenencias… hicieron sus bultos y se pararon en la carretera a esperar el camión. Los vecinos que se enteraron de su partida fueron presurosos a despedirlos; les ayudaron con sus bultos… se hizo un concierto de tristezas, de sonrisas que ocultaban desilusiones y de lamentos que no podían desahogarse… “adiós… adiós…” eran las palabras… “buen viaje… buen viaje…” Nadie les dijo regresen un día, pues todos sabían, hasta ellos mismos, que jamás volverían… en realidad se despedían todos a sí mismos de una época… en realidad se despedían la ilusiones… adiós… adiós.

Así, el maestro Bladimiro Treviño y sus dos hermanas, regresaron a su pueblo a recoger en sus últimos días… el tiempo dedicado a la enseñanza en el pueblo sólo encontró las ilusiones de decenas y decenas de niños y de niñas que a través de ellos recibieron las primeras letras. En cambio, las ilusiones de ellos quién sabe dónde se quedaron… quizás en el adiós… adiós con el que todos los vecinos del lugar acudieron a despedirlos, aquel día del año de 1935, cuando se marcharon.

27 de junio de 1988.