Celso Garza Guajardo

Los lugares y los rumbos: El Cine Baldazo… la última función

Aquellos años que soñé

Celso Garza GuajardoEl Cine Baldazo apagó sus luces por dentro y por fuera… nadie sabe por qué pero apagó sus luces, al menos en esta etapa en que le conocimos, quién sabe qué será de él después. Se dice que la Compañía Operadora de Teatros registraba números rojos en su funcionamiento, se dice que los dueños solicitaron el local;  pero sobre todo, se sabía que la gente ya va poco al cine, cada vez menos y quienes lo hacían de vez en cuando, parecían fantasmas en aquel gran huacalón… en fin, eso le está pasando a muchos cines en las ciudades y en los pueblos, se transforman, se hacen multicinemas bajo otra administración de proyecciones enlatadas y consumistas… quién sabe, lo cierto es que cerró el Cine Baldazo y con ello se fue toda una época del esparcimiento cultural y familiar de nuestro pueblo.

Los Orígenes. El edificio donde estuvo formalmente durante más de 50 años el Cine Baldazo, fue de hecho el primer centro comercial moderno de Sabinas Hidalgo. Es un edificio de finales de la época de los años 30s. Las instalaciones servían para albergar distintos locales de varios usos: amplios salones, pequeños espacios, un segundo piso como fachada, el gran auditorio para espectáculos, y un espacio apropiado donde poco después, en 1945, se instaló el Banco Nuevo León. El edificio era modernista y audaz, como todo lo que en vida hizo Don Fernando Baldazo Durán, La construcción se empezó el 15 de septiembre de 1938 y se término a fines de 1939. Fue por entonces cuando el cine echó a caminar, trasladándose a ese lugar el equipo del cine Terraza Sabinas, que desde 1935 funcionaba en la esquina sur-oriente de las calles de Porfirio Díaz y Doctor Coss. El Cine Baldazo inició generaciones completas de sabinenses.

Las Películas. Del cine mudo al cine sonoro, del blanco y negro al sepia y al de multicolores… el cine de tercera dimensión, aquél que se veía con anteojos; del cine nacional, desde su época de oro hasta su plena decadencia, del cine americano hollywoodense en todas sus etapas y contenidos… el cine francés, italiano, inglés y argentino. El cine diario de dos y de tres películas… de tres peliculas los viernes o de una serie hasta completar 15 episodios… o de tres y cinco episodios cada viernes hasta completar el total. Cine diario, diez o doce películas por semana, mínimo 500 películas por año. Las generaciones de los 40s, 50s y 60s fuimos tan cinéfilas que teníamos siempre en nuestras memorias las listas completas de las películas de los más variados temas y argumentos. Fuimos, sin quererlo, críticos del cine nacional e internacional… nuestros conocimientos iban lo mismo hacia el cine mudo que hacia el sonoro o al de colores. Sabíamos los argumentos de películas de Jorge Negrete o de Errol Flyn; de Pedro Infante o de Audrey Murphy. Conocíamos los temas de las cintas de piratas, las guerra, las de Durango Kid, de Emilio Tuero, Gene Autry, Cantinflas, El Gordo y El Flaco, Marlon Brando, David Silva o Meche Barba… el Cine Baldazo ayudó a formarnos un mundo de imágenes infinitas; si bien no íbamos al teatro, el cine fue el gran escenario para ver el pasado, el presente y el futuro del mundo.

Fuimos beatos de las películas mexicanas, de todos sus argumentos, estrellas y canciones, fuimos seguidores de las películas de vaqueros, de las de “mucho caballo y pistola” como anunciaba el maestro Don Claudio Treviño… las películas las empezábamos a ver desde las cartulinas puestas en las vitrinas de la antesala del cine, las veíamos una y otra vez al ir y volver de la escuela, leíamos los títulos, los argumentos y las listas de los actores… las cartulinas nos atrapaban el deseo de ir esa noche y siempre al cine… de ver cómo conseguíamos las entradas, que eran de 80 centavos damas y caballeros; 50 centavos niños en luneta y 30 centavos galería general; eso entre semana, el sábado y el domingo los precios se corrían un poco. El cine fue así un epílogo suave y saludable a la jornada diaria del trabajo o de la faena escolar… en los adultos el cine fue el obligado relax después de escuchar el noticiero en la radio; por la tarde, en los niños el cine era una fantasía sin límites. Para todos, el cine era imaginación, pues en sus temas de aventura, de costumbres, de cantos, de amores imposibles y de luchas del bien contra el mal, encontrábamos una realización o una identificación positiva. A todos, el cine nos dio una cultura y nos hizo, sin saberlo, conocedores de temas policíacos, bíblicos y epopéyicos. Aquel cine, lo mismo nos producía hilaridad de carcajadas que llantos, eran películas para reír y reír o para llorar y llorar. En cada uno de nosotros hay listas de películas que aún nos impactan: “Ahí esta el detalle”, “El derecho de nacer”, “La oveja negra”, “Nosotros los pobres”, “Corona de lágrimas”, “Quo Vadis”, “Los tambores de Fu Man Chu”, “El fin del mundo”. Películas que nos formaron en emociones y en actitudes; películas que nos dieron un sensible humanismo a lo nacional y a lo internacional; películas que nos hacían ir al espectáculo con fantasía y regresar a la casa cargados de imaginación y muchas reservas de buena voluntad.

Los Cinéfilos. Todos eramos cinéfilos. A todos el pueblo le gustaba ir al cine; obligadamente cada viernes queríamos ir al cine, lo mismo que el sábado y el domingo. Todos queríamos ser cinéfilos de gala, pues ir al cine era un acto importante, un sentirse a gusto y, a veces, cuando la función era en premier, el ir al cine significaba además ir bien vestido y bien peinado. El Cine Baldazo fue un cine de pala, como todo y sus 600 butacas de madera, sus niveles de luneta, sus dos únicos baños, su clima de aire lavado, su vieja dulcería y aquella enorme máquina de raspados en el pórtico. Los papás fueron siempre cinéfilos asiduos al Cine Baldazo; los niños teníamos que pedir permiso para ir al cine. Cuando había películas muy especiales como por ejemplo “ATM”, de Pedro Infante, la familia se dividía en dos grupos para unos ir un día y otros al día siguiente.

Aun de que a mediados de la década de los 50s llego la televisión, nadie le dio la espalda al cine. Luego, después, no fue así, la televisión, la parabólica y las cintas en video han ganado la partida, pero los cinéfilos que por tres generaciones ganó el Cine Baldazo, le fueron siempre fieles.

Los Dulceros. Las cuatro esquinas de Niños Héroes y Porfirio Díaz estaban siempre iluminadas, activas y llenas de vida; por ahí pasaba todo el pueblo, de día y de noche. El Cine Baldazo, la cantina de Don Nicolás, la Nevería Cuauhtémoc y el estudio fotográfico “FOX” de Don Guillermo de la Garza, le daba la importancia debida a aquel lugar… nada de eso se encuentra ahora ahí… como tampoco están los dulceros en las banquetas del Cine Baldazo, aquellos dulceros que desde la media tarde empezaban a acomodar sus carretas y sus tablas y empezaban levemente con sus pregones hasta la media noche. Ahí estaban Don Basilio Reyna, Don Bocho Farías, Don Chon González, el maestro Neri, el señor Solís, y la señora Licha… paletas, conos, dulces de calabaza y de camote, lonches y un sinfín de golosinas, gritos y saludos, pláticas, bostezos y dormitadas. Aquellos dulceros fueron testigos de todas las generaciones que entraron al Cien Baldazo y de todas las parejas que románticamente entraban y salían del mismo. Los dulceros también fueron parte de la historia del Cine Baldazo.

Los Trabajadores. De niño siempre creí que el profesor Claudio era el dueño del Cine Baldazo. Que los operadores de las cámaras veían muchas veces la películas antes y después de nosotros, que la taquillera era la segunda dueña del cine, que la gente de la dulcería trabajaba muy a gusto viendo las películas, que el que hacía el aseo en las mañanas hablaba con los fantasmas que se salían de las películas y que el boletero que te daba la contraseña de entrada era el que las podía de todas, todas.

Don Espiridión Villarreal, el popular Don Pión, como todos le decíamos, trabajó por más de cincuenta años y casi hasta su muerte. En 1988, ahí estuvo, bien parado, en la entrada del Cine Baldazo… ya no está pero cada vez que volteo hacia la esquina, ahí lo veo. Don Claudio Treviño, su gran administrador y anunciador dio los mejores años de su vida desde 1942 hasta casi terminar la década de los 80s a esa empresa. Don Juanito Moreno, desde 1941 recorrió todas las filas y butacas, mañana, tarde y noche, haciendo el aseo.

Viejos operadores como Don José Sánchez, Efraín Villarreal y Santos Moreno, por ahí estuvieron . Boleteros de muchos años como Maximiliano Villarreal; taquilleras como Belem Garza, Chacha Mireles, María Elena Villarreal y otras más. Su primer administrador, Don Humberto Saldaña y luego el profesor Claudio, Omar Garza, Alfredo Garza Treviño y Esteban Gutiérrez el último de ellos.

Ahora, sus últimos trabajadores despedían al Cine Baldazo las noches del 14 y 15  de abril, con toda dignidad y orgullosos a la vez de haber estado laborando en él. Ahí estaban los operadores Iván Francisco Moreno Botello y Efraín Villarreal Martínez, con más de diez años de servicio. En la taquilla, Graciela Villarreal Morales, con 18 años de servicio. En la dulcería, Victoria Valerio, con 32 años de servicio, Mario Perales Hernández en el área de aseo, con dos de servicio y su último administrador, el dinámico y formal Esteban Gutiérrez. Todos ellos estaban resignados, en realidad no estaban tristes, estaban satisfechos por el cumplimiento y por seguir siendo personas capaces. A todos los trabajadores, a los de antes y a los de ahora, nos resta expresarle nuestra gratitud por haber formado parte de la fantasía cinéfila de aquellas generaciones.

El Adiós. Sencillamente, esos primeros días de la semana ya no hubo función. Casi nadie se daba cuenta, pero ya no había función en el Cine Baldazo… luego se anuncio en la lámina negra, función para esa noche y la otra noche. La películas eran de lo más usual en esta época: “Sangre en el Barrio Chino” y “Mister Karate”. La venta fue de cien boletos; no había dulceros en la banquetas, pero sí muchas pláticas de recuerdos con los trabajadores del cine, hasta el profesor Claudio se hizo presente. Subimos a las galerías, platicando con los sonrientes operadores, saludamos a nuestra compañera Victoria, me tomé un refresco y me puse de boletero… todos los trabajadores me regalaron un boleto con sus firmas, nos despedimos. En realidad, no había tristezas, había, eso sí, mucha nostalgia… cierta incógnita en el ambiente de por qué tenía que pasar eso; mas había la conciencia de que era otra época y el orgullo de que se era a la vez parte de la historia. Juanito Moreno me dijo: –“Diga ahí que muchas gracias al pueblo de Sabinas, que los trabajadores del Cine Baldazo se despiden, que muchas gracias”–… Don Claudio se despidió también. Le vi marcharse, con su cabellera blanca, con el mismo paso que le vi de niño, le vi ahora caminando fuerte y resuelto… luego me ubiqué en la contraesquina para ver esa noche al Cine Baldazo en su última función… no como esa noche, sino como los cientos de noches en la décadas anteriores… di tres palmadas de aplauso y le dije adiós… adiós Cine Baldazo, nadie te va a olvidar, los cinéfilos de antes te siguen siendo fieles, son los tiempos los que han cambiado, son otras las costumbres.

18 de abril de 1990.