V. La vida civil
Formaban parte del barrio la Presidencia Municipal, la Comandancia de Policía y la cárcel, todas en el mismo edificio, frente a la Plaza Hidalgo.
La autoridad se ejercía paternalmente y eran raros los disturbios que merecieran atención.
Los policías se la pasaban de guardia, a veces los repentinos rondines de Locho Garza provocaban la suspensión de la jornada en alguna cantina con los clientes asiduos. El juego se toleraba porque era un vicio arraigado de personas honorables. Fue célebre aquel cartón de Semana cuando un soplón advirtió a los jugadores: “Ahí viene Locho, ahí viene Locho”; y el que iba a lanzar los dados exclamó: “Qué ocho ni que nada, lo que va a venir es el siete”.