El barrio del Aguacate

Historia de Sabinas Hidalgo

IV. La vida social

La vida social del barrio era rica y variada, como correspondía a la edad de sus participantes. En la tarde y la noche los niños jugaban rondas y escondidas, los chamacos a los bandidos o al bote volado y los mayorcitos se reunían en las esquinas a contar historias de aparecidos o de personajes fantásticos. Durante el día se jugaba al trompo, a la pelota o al bate, a las canicas, el balero y el yo-yo; por las tardes se aprendía a fumar, primero en cañuto de parra que escaldaba la garganta y luego en Carmencitas, Rialtos, Argentinos y Faros. Más tarde vendrían los Belmont, Chesterfeld y Lucky Strike, cuyas cajetillas vacías eran motivo de colección para los chamacos. Por las noches jugábamos a los bandidos, al omblítage, saltando unos sobre otros, a los prisioneros, al bote volado, a las cebollitas o al burro, donde el más fuerte se pegaba al poste y todos tras él tratábamos de sostener el peso de los que caían encima.

En la plaza había varios puestos o estanquillos que hacían las delicias de los jóvenes con las ricas limonadas, los refrescos de plátano, sodas, etc. Sus propietarios quedan en el recuerdo: Manuel El Matado, Manuel Flores, Horacio Cavazos, Pancho Serrano y otros.

Los jóvenes paseaban por la noche en la plaza escuchando música o buscando a la pareja que el destino les tenía reservada. En ciertas bancas de la plaza y también dentro del cine, los enamorados se entregaban, cubiertos por la oscuridad, a las caricias. La chiquillería disfrutaba al máximo las películas de Durango Kid, Tarzán, Flash Gordon, El Gordo y El Flaco y demás. Otra actividad social muy practicada por los chamacos era el hurto de naranjas. Por virtud de los “ataques” a vecs la cosecha mermaba y había que extremar la vigilancia. Un grito estentóreo o la simple presencia del guardián nos hacía huir despavoridos.

Ir a la tirada implicaba armarse de una buena hulera o nigasura y de piedras redondas, entre los chamacos, y de rifle 22 de un tiro, de las llamadas de salón, de repetición o automáticas entre los jovencitos, que regresaban a casa con palomas o conejos, o con fruición los devoraban asados mientras permanecían en el campo.

Las bodas, cumpleaños, piñatas, entierros, lotería, baraja y demás reunían a niños, jóvenes y mayores en alegre camaradería. Se comían hojarascas, café, refrescos, tamales, fritada, cabrito en salsa o asado y arroz en abundancia.