A través de la Ley Orgánica de los Municipios de Nuevo León (2000) encontramos que el Municipio debe promover las ceremonias cívicas y la participación ciudadana en ellas, establecer y actualizar el sistema municipal de información económica, social y estadísticas de interés general, constituir, organizar y preservar los archivos históricos municipales, elaborar y publicar en coordinación con las autoridades competentes, el catálogo del Patrimonio Histórico y Cultural del Municipio, vigilar su preservación y determinar cuales son las construcciones y edificios con características históricas y arquitectónicas más relevantes para su adecuada conservación, fomentar el desenvolvimiento de la cultura, el deporte, el fortalecimiento de los valores históricos y cívicos del pueblo, así como el respeto y aprecio por los símbolos patrios y el mejoramiento cívico de la población, además de promover la participación de la comunidad en programas del desarrollo municipal.
Es importante señalar que el municipio como instancia de gobierno local, debe poner mucho énfasis en esas tareas, pues hoy en día, la gente tiene más conciencia de los fenómenos sociales y está buscando su identidad frente a la globalización que promueve otro tipo de valores y requiere establecer una defensa o de búsqueda de la identidad local.
Como se advierte, la autoridad municipal es la responsable del patrimonio histórico y cultural de la entidad jurídica y territorial que gobierna y administra, además de la difusión y promoción de los valores que distinguen a su sociedad que la integra.
La importancia de los bienes culturales reside en que ellos nos dan identidad y justifican el papel que nosotros tenemos frente al pasado. Nos recuerdan cosas. Sabiamente Voltaire decía que el respeto de un pueblo se refleja al cuidado y atención que le ponen tanto a los archivos como a los cementerios. ¿Será cierto aquel refrán popular que reza: “el orgullo de un pueblo pertenece a los muertos, los que viven solo lo usufructúan?
La expresión de bien cultural designa a todo aquello que tenga que ver con los objetos materiales o inmateriales, tangibles o intangibles, asociados a las tradiciones culturales de un pueblo.
Los bienes culturales se clasifican en dos grandes categorías:
-
los bienes muebles, ya sea de obras de arte, libros, manuscritos u otros objetos de carácter artístico o arqueológico, en particular las colecciones científicas y
-
los bienes inmuebles, tales como los monumentos artísticos o históricos, lugares arqueológicos y edificios de interés histórico o artístico
Pero dicha distinción no es absoluta, pues un edificio u otro monumento considerado como inmueble, puede en realidad, ser desplazado si existe una razón suficiente para su preservación. Por ejemplo, el traslado de una casa habitación muy antigua en Allende, Nuevo León, que constantemente estaba amenazada por las crecidas del Río Ramos.
Pero para determinar el valor de un objeto, debemos considerar muchos aspectos en torno al mismo y solicitar la ayuda de un experto. Por ejemplo, un objeto considerado de gran valor por una persona puede ser tenido más tarde como despreciable. Lo contrario sucede cuando ciertos objetos de uso común en una población son apreciados como objetos raros y valiosos por otras generaciones. Incluso se tiene que ser muy cuidadoso porque no se pueden preservar todos los elementos del pasado.
En las sociedades actuales impera la creencia de que el pasado ya no importa, de que es un “peso muerto” o considerar que lo viejo impide un adecuado crecimiento y desarrollo, por lo cual se destruyen deliberadamente o por desconocimiento, muchos valores o bienes de nuestras antiguas tradiciones.
En el centro histórico de la Ciudad de Laredo, Texas, cuya traza original data de la segunda mitad del siglo XVIII, existe un buen número de construcciones típicas a la arquitectura regional. Pero no todas ellas valen la pena conservarse, por lo que la oficina respectiva establece lineamiento para considera lo que debe cuidarse y lo que no. Por eso es muy común ver casas antiguas en venta con la leyenda de que pueden ser modificadas. No obstante, eso no excluye la labor de las autoridades para preservar su patrimonio.
Entonces, ¿qué es lo que se debe cuidar? A decir de Jesús Mañueco Alonso, Presidente de la Diputación Provincial de Palencia, España en 1996: “el caso ideal sería que por lo menos un ejemplo de cada tipo”. Los países con un sistema de clasificación de monumentos y edificios como el nuestro, a través de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas que se promulgó en 1972 durante la presidencia de Luís Echeverría Álvarez. O de la Ley de Bienes Nacionales que se promulgó en 2004, establecen qué se debe proteger, cuidar y difundir.
Un monumento histórico se define como una estructura destinada a conmemorar algo. Puede ser o no una obra de arte, estar hecho de piedra o de otro material y encontrarse en lugares abiertos o cerrados. Por eso conviene advertir que la conservación de la integridad de un lugar no significa necesariamente la preservación de todos los monumentos individuales que lo componen. A veces se requiere sacrificar algo pues se establece un perímetro en el cual se da el mantenimiento y la custodia de un lugar. De igual forma se debe ser muy cuidadoso con la premisa de destruir algo de los alrededores, porque con ello se destruye el equilibrio general de la zona histórica.
Una zona es catalogada histórica o de importancia cultural, cuando:
-
tiene un valor excepcional que es un vínculo natural y efectivo con el pasado
-
tiene un valor excepcional desde el punto de vista estético y arquitectónico, preservando sus elementos individuales como de las características originales del conjunto de la zona
Cuando se quiere rescatar y cuidar por ejemplo, una zona en especial, no solo se deben cuidar las calles, banquetas y construcciones existentes, sino todo el entorno que le rodea, como por ejemplo, el nivel del suelo, las áreas verdes, los empedrados originales. En sí, considerar las particularidades interesantes que se encuentran en ruinas y las localidades más pintorescas.
El rescate y cuidado de una zona patrimonial también debe tener por norma, mejorar el nivel de vida de la población, satisfaciendo sus necesidades sin que se altere la conservación del lugar.
La relación del hombre con los bienes culturales y el valor que se les atribuye son el resultado de la interacción de muchos factores diferentes, pero una vez reconocido el valor de un bien cultural, se adquiere la responsabilidad de preservar dicho monumento, sin importan su tamaño.
Sin bien es cierto, no es posible ni conveniente salvar todos los objetos del pasado, es razonable esperar que los más importantes sean preservados en beneficio de la posteridad y que se intente reunir un muestrario adecuado de una amplia gama de bienes culturales.
Se debe promover la existencia y formación de un consejo consultivo de participación ciudadana, para velar y decidir la importancia de un objeto o edificación, formado por especialistas en el tema. Deben tener claro que la conservación tiene prioridad sobre la rehabilitación, ya que los principios de la naturaleza del objeto y de su estado de conservación repercuten en la vida de un pueblo de una u otra manera.
El patrimonio cultural que tenemos hoy en día, se creó en su momento debido a las necesidades de un pueblo y de su historia. Deshacernos de ello o dejar que se arruine o se destruya, significaría que la historia y la cultura de las naciones se perderían tajantemente. Y nuestra vida no tendría el sentido que nos hace ser humanos y ser parte de un lugar e identificarnos entre sí y con uno mismo.
Las ciudades modernas deben adaptarse al patrimonio cultural que poseen: templos, ruinas, murallas, castillos, museos, bardas, zonas arqueológicas, documentos, calles, casas, banquetas, entre otras cosas más. Debemos estar orgullosos de conservar este legado que sin duda nos enriquecerá en el transcurso de nuestra historia y de nuestra vida.