Celso Garza Guajardo

Las casas de alto

Los barrios de Sabinas Hidalgo

Celso Garza GuajardoLlamaban la atención en el pueblo de entonces… en el pueblo de casa de un piso y de jacales de adobe… destacaban las casas grandes de paredes largas, de muchas puertas y ventanas, pero las que llamaban la atención, las que tenían un misterio y encanto a la vez, en aquel pueblo de entonces, eran “las casas de alto”… las de dos pisos, en las que nunca pensó vivir, las que solamente veíamos de pasadita… tantas veces las vimos de pasadita que se nos grabaron para siempre…

Por la calle de Ocampo estaba la casa de don Guadalupe Morales, la recuerdo limpia, verde y rodeada de jardines, con su barda y su portón… por la misma calle, la casa de los Morton, blanca y triste a la vez, tan alejada de nuestra realidad como su pararrayos siempre en su lugar.

Por Allende, casi esquina con Mina, dando la espalda a la plaza, estuvo una casa abandonada de balcones a la calle, habitada sólo por el polvo, las palomas y los murciélagos.

Frente a la plaza, la casa de don José Morales, ahora sólo en el recuerdo, en el recuerdo igual que las mecedoras que sacaban a su banqueta por las tardes.

El Cine Baldazo y el cine Olimpia me parecían siempre casa de alto, por sus galerías… 30 centavos entre semana y 50 centavos los domingos… la Iglesia de San José y el templo evangelista también me parecieron de alto, no por sus pisos, sino por sus ideales…

Las casas de la subida del cine Baldazo, las que están casi esquina con Juárez, las vi siempre de alto, casas de alto y de largas paredes de piedra y sillar, parecen todavía valladares del tiempo, negándose a caer.

La casas del balconcito en ruinas de la vieja Telefónica, ahí donde recuerdo a doña Bernardita, recientemente fallecida y donde realicé mi primera guardia de solidaridad con la huelga del Sindicato de Telefonistas… la casa del templo Masónico, misterio de estrellas junto al primer Jardín de Niños.

Por la calle Porfirio Díaz, la casa de don Rosendo González, junto a los colegios, sueños rosas que se fueron y patio sembrado de higueras… la casa de don Luis González y de don Manuel Ancira, domicilios conocidos en la economía sabinense, tiendas junto a las casas, el tiempo vuelto fortuna, el trabajo tornado capital… la casa de don Gilberto Garza y de doña Lola Valle, por la calle Escobedo, casi con Zaragoza, estrecha escalera de madera y segundo piso lleno de recuerdos… por Escobedo al oriente, la casa de don José Morton, de doña Cristina y de la profesora Rosa Norma, casa bella y amable, jardín eterno en el recuerdo de buenas gentes.

La casa de don Guadalupe Villarreal. por Iturbide, como trastienda de su propia tienda, más trato que casa… la bondad que negocia. Por la carretera de entonces, el Hotel Plaza y el Hotel Alamo, el Hotel México y el Café Royal, autobuses y turistas, vendedores y boleros… Antonio Rodríguez y tocando en una parada.

Por la carretera, allá por los molinos, la casa de don Antonio Garza, patriarca de la política, de la sociedad y de la bondad… la casa de don Rogelio Morales, patriarca de la industria del vestido y de la modestia.

Ambas casas de remanso a la vista si no hubiera sido por los perros guardianes que nos perseguían tras las bicicletas.

En la hacienda Larraldeña. la vieja casa de don Cecilio Garza. Más allá, la de don Romualdo González, valuarte del tiempo en el más viejo lugar del pueblo.

Quizás hubo otras casas de alto… quizás… todas eran diferentes, todas llamaban la atención, exaltaban la imaginación y la duda.

Los casas “de alto” siguen de pie, algunas sin sus viejos moradores semiabandonadas, unas siguen igual, otras transformadas… otras más se han terminado para siempre… todas han envueltas en el tiempo, en el tiempo que iguala la vida sumándole todo a los recuerdos.

25 de abril 1986