Nosotros le llamábamos El Barrio de los Colegios… los colegios… las escuelas “Manuel M. García” y “Teresa R. de García”… una explanada en cuadrilongo con cuatro pequeñas calzaditas en diagonales la entrada, niños y niñas en las escuelas, los volantines, los columpios, los resbaladeros y las olas como conos al revés… circundado todo ello por hileras de cubrevientos con sus sombras y ráfagas de aire.
El Barrio de los Colegios abarcaba las calles, bocacalles y callejones que circundaban ese lugar… Porfirio Díaz, Mina y Escobedo y por el otro lado sur el callejón de Doctor Coss y Mutualismo, más las bocacalles de Antonio Solís y Manuel M. García. Todo eso era el barrio expresado en una vida cotidiana, amable y pacífica.
La cronología del barrio empezó en 1895, cuando se edificó la escuela para niños “Mayor Alejandro Hernández”… después, en 1905, en la parte norte de la explanada se inicio la construcción de un espléndido palacio municipal, obra que quedó inconclusa por la Revolución de 1910; hasta 1930 el panorama fue: en el lado sur una escuela de niños y en el lado norte las ruinas de un proyecto de palacio municipal en completo abandono.
En 1930, don Manuel M. García rehace aquellas ruinas y manda construir, con apoyo popular, la regia escuela que llevaría su nombre… en 1933, en lo que era la escuela de niños, se construye un edificio similar que perdura hasta el presente, lo que ha sido siempre la Escuela de niñas “Teresa R. de García”… era ese el momento culminante del barrio de los Colegios… el de aquellas escuelas monumentales que magnificaron la educación en Sabinas Hidalgo…
Las calles, bocacalles y callejones del barrio de los Colegios, contienen nombres de vecinos y de hechos que ya no existen, que ya se fueron.
Los dulceros de las escuelas… Basilio Reyna gritando “¡Hay paletas!” y un señor pregonando “¡Turrón…turrón de mantequilla!…”
En el callejón del Mutualismo y de Dr. Coss, antiguos bodegones, locales y casas semiabandonadas… el sitio de carretones… en la esquina de Porfirio Díaz y Dr. Coss, la casa de don Tilo González y enfrente la tienda “La Reguladora” de don Gregorio Ruiz… en el cruce de Manuel M. García y Porfirio Díaz el negocio de pieles y de “palmito” de don Pedro Mireles; a media cuadra, la casa de Antonio González y de don Jesús Viejo, luego por Porfirio Díaz la casa de don Rosendo González; el consultorio del doctor Julio Sánchez; después la casa del doctor Ambrosio Solís, la carnicería de carne de cabra de don Raúl Chávez, el negocio de abarrotes y frutas de don Ambrosio Solís, enfrente la gran tienda de don Manuel Ancira y la tlapalería de don Manuel Flores. Por Escobedo la casa de don Indalecio Peña, luego las casas de piedra donde vive el Profr. Alejandro Chapa. en la esquina Escobedo y Mina, la casa que fuera de dona Julieta Garza, luego don Trinidad y don José Flores; por Mina la tienda y la casa de don Luis González, la casa del doctor Adalberto Peña. las casas de doña Gregoria Flores, la tienda de doña Amelia: por Antonio Solís, una iglesia metodista, más casas por la calle Mina, hasta llegar al taller de vestidos de don José Larralde.
Un día de domingo 2 de febrero de 1957, la tragedia llegó a los colegios… se quemó la Escuela “Manuel M. García”… se acabarían los cubrevientos y una barda como que encerraría todo el pasado… a partir de allí, los recuerdos han quedado como detenidos, las calles, bocacalles y callejones que antes desembocaban y le daban forma al barrio, se convirtieron en lugares de escapada… de salida… los colegios, que antes concentraban la vida pueblerina y cultural, están ahora comprimidos como costados de dos ejes viales para el tránsito sin fin…
El progreso ha modificado el sentido de este barrio… queda sólo el recurso indestructible de la nostalgia basado en la sabiduría popular de un cantar que dice: “veredas quitarán, pero las querencias… cuándo?”.
Los Colegios se tornaron matutinos, faltaron niños en el centro para un turno vespertino… la mayoría de los viejos vecinos se han marchado… quedan otros con 20, 30 y más años de estar donde mismo… no hay veredas… sólo calles en un solo sentido… el del olvido.
Desde una larga pared de las viejas casonas que circundan los colegios, atrapo la querencia por ese barrio… mi barrio… la casa donde nací, la escuela primaria donde estudié…
14 de agosto 1986