Los dos últimos días en Madrid fueron vertiginosos y a su vez de ambiente casero. Teresa de Jesús y yo queríamos vivir más la vida hogareña de la joven familia de Altamirano 24-1, integrada por Celso José, Marisa y la nietecita Teresita. Había que planear cubrir las últimas visitas a lugares imprescindibles y a su vez hacer el balance de los pendientes y encargos. Ellos nos acompañaron siempre a todas partes y por tal razón se convirtieron en unos espléndidos guías que lograron convertir el viaje en una permanente unión familiar que era, en dado caso, el objetivo primordial del viaje a España. Íbamos a estar con ellos y con ellos conocer lo que se pudiera de ese país.
Visitar a la Universidad Complutense a diferentes áreas y facultades. Visita a la Embajada de México para saludar al Cónsul regiomontano don Francisco Valdés Treviño… visitar al Museo del Prado y a distintos lugares aún para conocer… pero sobre todo, pasear por la Gran Vía y platicar en alguno de sus cafés.
Por la noche, cena en el departamento con jóvenes estudiantes regiomontanos bajo un menú especial: tortillas de harina, papas a la Monterrey, frijoles refritos, queso y guacamole. Aquello fue una cena armoniosa, de intercambio de ideales, esfuerzos y emociones de esa joven generación.
Después, noche de balance, satisfacción por los resultados a la vista, pero sobre todo, porque el hijo esta haciendo con gran responsabilidad sus estudios con un compacto grupo de 20 estudiantes de diversos países en el internet, correo electrónico y sus reportajes para La Jornada de México. Marisa además de su extraordinario papel como esposa y madre, centro vital de ese hogar, esta logrando una formidable experiencia cultural y social que le servirá contundentemente en su formación profesional. Teresita con sus dos años de edad es amor, unión y canto, la mexicanita más linda de España.
Teresita de Jesús, promotora de este viaje, fue a su vez quien más disfruto, pues alcanzó plenamente sus objetivos de madre y de abuela y se recreó auténticamente con toda la cultura, las costumbres y el paisaje natural y humano de España. Tuvo siempre consigo el espíritu de su abuela, la poetiza bajacaliforniana doña Dominga G. de Amao y el deseo de haber viajado de su madre, doña Alba G. de Lundstrom.
Siempre mantuvimos la comunicación con Monterrey, con la casa de Villa Mitras, donde nos esperaban Alba Josefina, la nietecita Natalia Lucia y doña Gaby.
En lo personal, el viaje fue un intercambio de mis propios sueños entre el ayer y el ahora. El estar allá me nutrió de esperanzas y en este viaje como en otros nunca me alejé de la cultura original de la aldea de las aldeas que es Sabinas Hidalgo. Llevé conmigo las clases de historia, geografía y literatura que aprendí en la primaria, secundaria y normal, llevé conmigo siempre las lecciones de mis viejos y nobles maestros.
Se fortaleció mi amor por los libros, por la cultura antiquísima de las bibliotecas y el anhelo que yo siempre tuve y que hoy traspaso: uno puede viajar, ir y regresar con un mismo equipaje que está constituido por los libros que te hacen soñar y las enseñanzas de los maestros. Uno puede viajar, ir y regresar si lo bien aprendido no se olvida y se comprende cada vez más.
El balance era de agradecimiento… por haber tenido la educación que tuve originalmente en Sabinas, por no haber perdido nunca el hábito de leer y de tener mi propia biblioteca. Una biblioteca es siempre la mejor agencia de viajes a la mano.
El regreso, nerviosismo y lágrimas. Anhelo de volver, entusiasmo por creer en la humanidad, en su cultura, en su historia y en el mañana… una ruta aérea siempre de día, un vuelo directo a México y un suspiro profundo al llegar a Monterrey… un recuerdo amoroso por lo aprendido horas antes en España y cuyas primeras lecciones fueron en aulas de una escuela primaria, secundaria y normal en la aldea de aldeas, Sabinas Hidalgo.
26 de junio 1999