Las graduaciones han sido siempre en junio, en la época del verano, cerca de la canícula. O sea, en pleno calor de día y de noche. Dicen que ahora hace más calor. No lo sé. Pero lo que sí es cierto es que las graduaciones de secundaria de antes, tenían más calor, el calor de la emoción natural de unos seres –alumnos, maestros y padres de familia– a quienes de inmediato los conceptos de escuela, cultura, ciencia y patria, les hacían estremecer.
Graduación de gala pueblerina, en los puntos de la escuela secundaria, encantadoras muchachas en vestidos blancos y zapatos de tacón alto, jovencitos de cabello relamido con traje azul marino con moñito. Vals de ilusiones, que cual luciérnagas, esa noche se dejaban para siempre en las aulas de la Escuela.
Recibirse de la escuela secundaria era un acontecimiento que sublimaba al graduado, emocionaba a la familia y daba solaz esparcimiento a la comunidad. “Pasar” la secundaria era una odisea de sueños y pesadillas que esa noche concluía sin concluir, significando tan sólo el arribar a una meta que no era más que el comienzo de un laberinto de nuevos caminos, cortos y largos, inclinados y accidentados para llegar a otras metas: las más pragmáticas quizás, a las que se arriba con el aval de los años, cambiando de rostro y a veces de alma también.
La secundaria de los treintas, de los cuarenta y hasta de los cincuentas, era un asombro, una novedad que no terminaba de pasar de moda. Se sabía que había bachillerato, Escuela de Medicina, de Ingeniería, Normal, etc.; pero escuela secundaria ¿Para muchachos que no son niños y aún no son jóvenes, cuál era el por qué y el para qué de la secundaria donde los muchachos no estudiaban ni para educadores, ni para profesores, ni ingenieros? ¿Entonces para qué se estudiaba en la secundaria? ¿Sólo para graduarse? ¿De qué se gradúa uno en secundaria?… Es una inquietud que aún tengo, ya no para mí, sino para mis dos hijos.
Nos graduamos una noche de junio de 1958 –para nosotros la única noche de junio del 58. Quedamos Luis Lauro Escamilla, Ricardo Oziel Flores, Baldemar González y yo, de irnos juntos. Eran las seis de la tarde y unas mostrencas siluetas de azul marino caminaban por la Calle Escobedo, doblaron por Victoria y tomaron luego Doctor Coss. Como rimado con la escena y la emoción. Un radio a todo volumen que estaba en alguna de las casas emitía un ritmo sabroso de moda que decía: “por la puerta de mi casa y en correcta formación, van pasando los cadetes que hoy están de graduación”.
Las sillas estaban acomodadas, enfrente del presidium y más atrás las gradas. Unos enormes focos daban luz y aumentaban el calor. El viejo equipo de sonido orquestaba el ambiente. La gente llegaba sin cesar con aroma de jabón de olor, almidón y ropa guardada en los roperos. El Profesor Víctor y el Alcalde Don Humberto González Pérez entregaban los certificados. María Elsa Alejandro, inteligente a la par de bella, dijo el discurso de despedida. Bailamos el vals, pero la verdad que un poste se pudo haber movido con más agilidad y gracia que yo. La fotografía de Don Guillermo de la Garza guardó para el tiempo aquellos momentos. Abrazos y alegrías en medio de la incertidumbre que en realidad comenzaba. Nos graduamos los siguientes compañeros:
- María Elsa Alejandro Guadiana
- Elvia Cantú Guerra
- Blanca Deyanira Chapa C.
- Elva Tomasita Hernández Cantú
- Graciela Ibarra Garza
- Francisca Juárez Villarreal
- Otila Llanas Castellanos
- María Angélica Montemayor
- Lucrecia Morales M.
- María Aurora Morales Garza
- Yolanda Morales Garza
- Josefina Salazar Viejo
- Graciela Santos Buentello
- Blanca Josefina Santos H.
- Ma. de Jesús Villarreal E.
- María Eva Villarreal Garza
- Guadalupe Amaya Santos
- Francisca Santos Mata G.
- María A. Mata García
- Ricardo Oziel Flores S.
- Luis Lauro López Sánchez
- Celso Garza Guajardo
- Baldemar González Garza
- Rodolfo González Chapa
- Óscar A. Guajardo Quiroga
- Bladimiro Hernández Cantú
- Epifanio Hernández Martínez
- Rogelio Hernández Soto
- Rodolfo L. Alejandro
- Raúl Omar Ruiz Montemayor
- Filogonio Vázquez A.
- Julián Villarreal González
- Héctor de la Garza A.
- Jorge A. Garza T.
- Salvador Garza Inocencio
- Héctor Manuel Orta V.
- Ricardo Ibarra Sánchez
- Manuel Villarreal I.
- Alfonso Elizondo M.
- Luis Lauro Escamilla Martínez
- Víctor Manuel Garza R.
Pero quiero recordar a muchos más que no lograron en esa ocasión recibir, pero los cuales en la escuela de la vida han logrado, con las armas del trabajo y del empeño, recibirse de auténticos hombres de bien. Que es de lo que verdaderamente vale la pena recibirse.
Algunos amigos graduados habíamos acordado “esa noche de junio” irnos a cantar con un guitarra y tocar como principiantes las puertas del Baco. Pero, la noche se hizo noche, la plaza, lugar de la cita, nos aconsejó como diciéndonos “mejor platiquen”. Y así lo hicimos, además de que la guitarra nunca llegó y los bolsillos estaban en carestía permanente.
Nos regresamos a nuestras casas contentos, abrazados como los amigos de antes, cantando “guitarras de media noche…” sin guitarras, pero a media noche.
Al día siguiente fui a la plaza, había un carro de sonido que tenía su música a medio volumen y se me grabó para siempre las frases de otra canción de moda “qué sera, será, lo que vas a ser será, el tiempo te lo dirá, que será, será…”. Yo me puse melancólico, a la vez seguro de que la noche anterior algo me había dicho ya el tiempo.
7 de mayo de 1984.