Celso Garza Guajardo

Oración a la oración

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

A Yuri Beresín Vázquez en el día
de su Debut como Sinfónico

Celso Garza GuajardoA Yuri Beresín Vázquez en el día
de su Debut como Sinfónico

Oración.— Del latín oratio = discurso.

Oración.— Rezo, súplica, letanía, indulgencia, plegaria, ruego.

Oración.— Pensamiento completo, expresión de ideas y sentimientos, adjetivos, verbos, adverbios, pronombres, preposiciones, conjunciones e interjecciones. En suma, forma de coordinar el pensamiento con la acción.

Sinónimos de Oración:

Amor, paz, perdón, sacrificio, entrega, ayuda, alegría, felicidad, bondad, trabajo, humildad, gratitud, esperanza, dicha, arrullo, alba, manantial, lluvia, rayo, tierra, sol, aire, agua, naturaleza, creación, arte, ciencia, alfabeto, firmamento, día, noche, patria, escuela, madre, maestra, niño, joven.

…Padre Nuestro que estás en los cielos…

Antónimos de Oración:

Mentira, maldad, envidia, soberbia, egoísmo, adulación, vanidad, explotación, guerra, contaminación traición, corrupción, drogas, consumismo, odio.

La oración perfecta es una sinfonía de silencios que animan el alma. Es el eco de un silencio divino que amorosamente nos perdona, para que nos perdonemos a nosotros mismos y así nosotros podamos perdonar, a la vez, a los demás.

Todo perdón viene de arriba, por eso todo perdón nos eleva. Eleva a quien lo da con humildad, ayuda y eleva a quien lo recibe con humildad.

Quien da y recibe perdón, se une en una sola cadena de esperanza. Se une en pensamiento y obra completa.

La oración es un pensamiento sublimado, elevado a las alturas para encaminar mejor la acción terrenal.

La oración es un ruego en serenidad, súplica de gracia anticipada y letanía de palabras que se intentan traducir en hechos. La oración crece cuando se siente y perdura cuando es espíritu y conciencia de cada quien.

La oración muere cuando es palabra híbrida que no se reproduce en obras, en ofrendas de la tierra al cielo.

La vida es una oración, la tierra es una oración, el cielo es una oración. Nosotros somos la oración.

La oración es el único espejo para completar la vida con los ojos cerrados. Para vernos hacia dentro y hacia afuera. Para vernos y que nos vean. La oración es instante finito y eternidad infinita.

La oración nos hace ver lo que realmente somos: criaturas del ser y de la naturaleza. Instante de un instante mayor que no termina porque aún no acaba de empezar.

La oración es vida a la vida que nos creamos porque no acabamos de comprenderla. Es luz a las tinieblas que aún nos arropan, es el mañana al ayer que somos. Es oración siempre tardía al pasado que despreciamos, al presente indiferente y al futuro que no percibimos.

Al fin de cuentas y por todo ello, la oración puede ser espejo del alma que te puede salvar, redimir e iluminar si la extraes de tu corazón y logras serenar tu rostro para ver en cada prójimo a ti mismo y en uno mismo al último discípulo que Cristo necesita en el día de hoy.

La oración es mística, sentimiento, fuerza de voluntad, sabiduría, paciencia, certeza del bien y lazos de amor entre todos.

La oración es para todos. Para todos. Entre todos, presentes y ausentes, crédulos e incrédulos. La oración de todos es el amor y la paz que el Creador quiere sentir, ver y escuchar. La oración para todos sólo puede ser de paz y amor que de los cielos y en la tierra debe quedar. La oración entre todos es la luz más fuerte que debe de iluminar la vida en la tierra.

Sin oración somo náufragos sin amor, pueblo sin paz y tierra perdida en el espacio.

La poesía es la preparación para la oración, porque la poesía es querer a las palabras y decirlas con dulzura.

Fray Miguel de Guevara escribió la más bella poesía que nos prepara para la oración.

No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por ello de ofenderte.

Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y encarnecido.
Muéveme al ver tu cuerpo tan herido
muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que si no hubiera cielo yo te amara
y si no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera
que yo si lo que espera no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

La oración es la fuerza del silencio, la fuerza de la voluntad. Digamos cada quien con esa fuerza una oración diferente y propia, una oración de bien por todo lo que queremos para los demás y por todo lo que queremos para nosotros mismos:

  • Por la paz en el mundo entre los hombres y entre las naciones.
  • Por el trabajo, el pan y la salud como patrimonio colectivo de toda la humanidad.
  • Porque la educación, la ciencia y el deporte sean la competente solidaridad entre los pueblos.
  • Porque la cultura y las tradiciones multicolores sean las banderas de amistad entre las naciones.
  • Por el cuidado con cariño a la esperanza del mundo que son los niños.
  • Por la atención a los enfermos y minusválidos.
  • Porque todos los hombres, de todos los continentes, seamos hermanos.
  • Por la protección a la naturaleza, a los bosques, ríos y mares.
  • Por la puerta del aire.
  • Porque los pájaros tengan nidos en los árboles de nuestras casa, patios y montes.
  • Porque los animales puedan correr y refugiarse en los montes y serranías, en las playas y profundidades de los mares.
  • Porque seamos humildes, sencillos y llenos de gratitud por todo y para nada.
  • Porque todos sonriamos al amanecer y tengamos serenidad al obscurecer; y porque la cuenta de la vida de cada quien, en la vejez que empieza desde el día en que nacemos, y así como la madre dice entre silencio y lágrimas “Gracias, Señor, por el hijo que me diste”, nosotros con palabras iguales a la del poeta digamos:

Gracias, Señor, por todas mis mañanas,
hechas de luz, y pájaros, y viento.
Por las estrellas sin número y sin dueño
que hiciste para que yo los contemplara.

Por la cintura azul de las muchachas,
y por la frente blanca de los viejos,
y por el sueño con que a veces sueño,
y por mi cuerpo, gracias, y por mi alma.

Mucho me diste a mí, que soy tan poco.
Hasta te diste tú, nieve en el lodo.
¿Qué para ti, Señor, no dejas nada?

Gracias, pues, por mi mundo, niño y loco,
y gracias por mi vida, sobre todo, gracias
porque he aprendido a decir ¡gracias!

Día Mundial de la Oración
21 de marzo de 1991
Sabinas Hidalgo, N. L.
DIF Municipal