La cal no es tierra ni piedra, más bien es el intermedio entre el fuego y la tierra… polvo de polvo en el origen de los elementos.
La cal no es tierra ni piedra, más bien es el intermedio entre el fuego y la tierra… polvo de polvo en el origen de los elementos.
La cal es el regreso de la piedra, por el fuego, al principio de sí mismo…
El hombre aprendió del fuego y un día fabricó la cal… la cal le era útil para la vida. Surgió así el oficio del calero.
Entonces la cal apareció en todas la comunidades… uno la veía por aquí y por acá, en los tendajos donde se le tenía en cajones y en bolsas grandes. A veces en un rincón, atrás de una puerta o afuera en el patio. La cal se vendía y era muy barata. En cada casa era común tener en algún lugar un pequeño depósito de cal, de donde se tomaba para el uso diario del nixtamal, por ejemplo, o en la ocasional preparación de la conserva de la naranja agria; también para desinfectar, encalar árboles o pintar bardas y paredes… en los panteones muchas cosas se pintaban de cal… en las obras de construcción de antes, la cal era indispensable, con ellas se hacía la mezcla… arena y cal… una de cal por tantas de arena.
La cal se fabricaba en unos hornos sobre la tierra, los cuales, llenos de fuego, servían como depósitos a la vez de grandes cantidades de piedra-bolas azules del río y durante tres días se daba el cocimiento. Luego, cuando el calor cesaba, se acaban las piedras y se le echaba agua… entonces se pulverizaba… del azul al blanco, del sólido compacto al grano volátil… después se cribaba todo aquello y la cal estaba lista… en carreras y carretones se embarcaba rumbo al pueblo, a los tendajos y negociaciones diversas para expender y ser utilizada… los hombres de la cal eran los caleros.
Don Apolinar León y Don Marcial García, en las primeras décadas de este siglo y Don Rafael Guadiana Ibarra hace algunos años, fueron los caleros del pueblo.
A Don Apolinar León le decían “El Calero” y elaboró la cal en un local de la salida a Garza Ayala.
Marcial García tenía su calera por la calle de Matamoros, en el Barrio del Aguacate y el Sr. Guadiana pasando el Ojo de Agua, en el camino a Villaldama.
El cemento y el olvido de las prácticas sencillas eliminaron virtualmente a la cal y a los caleros… todo tomó la forma y el color del cemento… del blanco se pasó al gris y los caleros perdieron su lugar… surgieron las trituradoras y los caleros perdieron su oficio… los hombres de las carretas que iban al río a cribar arena y cascajos, también se perdieron en el ayer.
El último de los viejos calderos, Don Rafael Guadiana Ibarra, por ahí anda, hacía la cal con la misma destreza que maneja la carreta o sus bueyes… también por ahí andan olvidados los nobles carreteros como Don José Cárdenas… grandeza rústica del viejo pueblo.
Para bien de la mística del trabajo y fortaleza de la historia aldeana, los recuerdos de estos personajes y de sus oficios, deben de seguir vivos como la cal…
Son las de cal por las que van de arena.
4 de marzo de 1987.