Celso Garza Guajardo

En el 394º Aniversario de la Fundación de la Ciudad de Monterrey

Aquellos años que soñé

Celso Garza GuajardoDiscurso oficial pronunciado en el Acto Histórico celebrado en la Feria de Monterrey el 22 de septiembre de 1990

Lic. Sócrates Rizzo García,
Presidente Municipal Constitucional;
Invitados de honor;
Damas y Caballeros:

En 1596 en el año vértice en los destinos de estos contornos de la Nueva España. Un puente de unión entre dos destinos y dos conciencias: La de los grupos indígenas indomables y la de aquellos audaces pobladores de la cruz y de la espada española.

En 1596, la historia fundó encuentros contradictorios para dar paso a nuevas esperanzas del quehacer humano en este valle. En 1596 la historia se regresó a sí misma para volver a empezar como historias: A partir de 1596, el ayer indígena se hizo antes de ayer y el ayer marchaba para fundar y desarrollar una ciudad, Monterrey, tan lejos de todas partes que a veces no existía para nadie, sólo para los que en ella habitaban.

Siempre se hace sin saber que se nace. Eso es nacer sin traumas, sencillamente nacer, enfrentar la vida, ser, crecer, hace la propia experiencia. Ser únicos porque se hizo lo propio, ser grandes porque se hizo sin límites.

Monterrey nació un día como hoy hace 394 años. Nació feliz queriendo lo que le rodeaba; pero sobre todo, creyendo en sí mismo. Pues sólo los que saben agradecer el hacer sido creados, encuentran la fuerza para erguirse y ser reconocidos por la historia. Quien así como sabe regresarse para ver nacer, sabe adelantarse y espera coronar el triunfo de aquellos a quienes dio origen.

Monterrey ha sido siempre ciudad de todos: españoles e indígenas, nacionales y extranjeros y lo ha sido así porque su buena copa nunca ha faltado, siempre ha crecido. Monterrey ha sido el espíritu, el mismo durante el tiempo de la Colonia, el Siglo XIX y el Siglo XX. Aquí el tiempo y el espacio han templado una sola valía espiritual. Aquí la cepa original le ha dado a todos los buenos inmigrantes su propia savia, asimilándose mutuamente y reproduciéndose mejor. Nunca Monterrey ha tenido una variación de esencia de ser, de pensar y de estar. Aquí todos se hacen regiomontanos y se envuelven en la magia de sus cuatro siglos de historia para esperar a ser como dijera Alfonso Reyes: “Hombres de saber u hombres de sabiduría… héroes en mangas de camisa…”

La valía espiritual del Monterrey de siempre ha estado en afrontar vivir aquí y querer hacer el bien. Su sabiduría parte de sentirse integrante de lo universal y de lo nacional, en ser frontera donde empieza la patria, por eso ni el ayer ni el ahora le inhiben. El trabajo es el campo de batalla del regiomontano de todos los tiempos, aquí el trabajo puede condecorar a todos y el mejor uniforme de gala es el puño de camisa que no se cierra porque la “canilla” de la vida lo ha forjado de más.

La valía espiritual de Monterrey es así y es a su vez la fuente de su progreso y de su imaginación. Desde Diego de Montemayor hasta el presente hay bastantes lecciones de sabiduría, sacrificios y logros que nos anteceden, nos toca ahora,a nosotros, trasmitir la síntesis de todo ello a las nuevas generaciones de fines del Siglo XX y del Siglo XXI.

Tenemos que transmitir el espíritu vital a la magnitud del Monterrey de valía nacional y una buena cepa tan enraizada y fecunda como aquélla que decidió adaptarse a este espacio y a este tiempo, un 20 de septiembre de 1596.

Si no perdemos el espíritu original y no confundimos la semilla de la buena siembra. Los problemas del Monterrey presente serán resueltos con originalidad y decisión, haciendo una vez más la propia experiencia, única que da saber y confianza.

Monterrey, laboriosa y noble, casa de nuestras casas, casa grande del Nuevo León querido, albergue humilde de la patria todo, desde aquí honramos la memoria de todos los que te han creado y te decimos que tu pasado está presente y ya camina bondadosamente hacia el futuro porque México así lo pide.

Monterrey, N. L., 10 de septiembre de 1990.

29 de septiembre de 1990.