Celso Garza Guajardo

Personajes del pueblo: La visión de Pablo del Hacha

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

En los primero años de la década de los 20s, durante el gobierno del General Alvaro Obregón, en el pueblo se empezó a comentar lo de una carretera… una carretera desde México hasta Laredo… la cual no se sabía por dónde, pero por ahí cerca pasaría.

Celso Garza GuajardoEn los primero años de la década de los 20s, durante el gobierno del General Alvaro Obregón, en el pueblo se empezó a comentar lo de una carretera… una carretera desde México hasta Laredo… la cual no se sabía por dónde, pero por ahí cerca pasaría.

Se hablaba y se hablaba de la carretera por todos lados, pero en el fondo había escepticismo de cuándo se habría de realizar la obra… quizás nunca… —quizás en el año “de la hebra”— decían otros, término que el pueblo acuñó por la tardanza con que llegó el teléfono a la población, por los años y años en que tardó el tendido de la hebra de alambre de Villaldama a Sabinas… “en el año de la hebra”, decía la gente, para todo aquello de lo que dudaba en su realización.

Pocas personas sabían además lo que era una carretera… de cómo se le construía. Además se preguntaban: “¿si es para autos, por qué se le llama carretera, por qué no se le llama automovilera?”. Mas un personaje, joven entonces, sí sabía de qué se trataba todo aquello… pacífico, introvertido, absorto y de poca habla con los demás, de oficio leñador… rajaba con su hacha los troncos de mezquite en los patios de las casas… su habilidad con aquel instrumento le hizo merecedor de una férrea disciplina de trabajo y también a un apodo que se convirtió casi en su apellido… le decían “Pablo del Hacha”. Pues bien en esos días el personaje en cuestión se paraba frente al río, ahí por el camino a Bella Vista… viendo y platicando a solas… observando el infinito y el prolongado cauce… ahí se quedaba parado con su hacha al hombro y luego decía: “A desenterrar el río, con una nación de güíngaros, palos y talaches, porque van a hacer un camino largo, largo…”. Asó lo dijo muchas veces y muchos le oyeron sin hacerle caso y mucho menos entenderle.

Aquello de desenterrar el río… nación de güíngaros (especie de talache con dos picos)… palas… talaches… camino largo, largo… a nada se le encontraba relación. Mas Pablo “del Hacha” sí lo sabía.

Pasó el tiempo… en 1925 se anunció oficialmente la construcción de la carretera, los ingenieros que visitaron el pueblo solicitaron al alcalde una casa para que sirviera de oficina. La finca asignada para ello fue la esquina noreste de las calles Mina  y Escobedo. Para ese entonces, Don Antonio Garza, diputado federal y una comisión de prominentes vecinos había logrado que el trazo de la carretera, a partir de la Cuesta de Mamulique, fuese desviado hacia Sabinas; lo cual también se facilitó por el hecho de que el Ing. Ricardo L. Vázquez, jefe de las obras, se había casado con una de las hijas de Don Carlos Morton.

Comenzaron los trabajos… primeramente fue el desmonte de una pequeña brecha de dos metros de ancho, lo cual señalaba el curso de la carretera. Junto con ello empezaron a llegar por el camino de Villaldama, una infinidad de tractores, aplanadoras, conformadoras y camiones de enormes llantas, los cuales traían grandes cantidades de herramientas manuales: Barras, mazas, picos (güíngaros), palos y talaches. El pueblo presenció asombrado el desplazamiento de aquellos vehículos y la gran cantidad de herramientas.

Los ingenieros comenzaron a formar cuadrillas para el trabajo que intensamente se planeaba en tres fases: desmonte, desenraice y bordo. Las cuadrillas eran de 25 elementos, cada una de las cuales tenía asignadas tareas precisas.

Una cuadrilla tumbaba árboles para ampliar la brecha. Otra cuadrilla hacia los hoyos para extraer los troncos con fuerza de las cadenas y de los tractores. Después, venía una cuadrilla más atrás, haciendo el bordo para el cual se utilizaban carretillas y sobre todo los tiros de mulas con cajones o escrepas en donde se acarreaba grava y luego, mecánicamente, se le esparcía sobre el trecho del bordo.

El trabajo de cada de las cuadrillas era intenso; pero había otro conjunto de trabajadores que afanaban también en otro lugar que no era el trazo de la carretera… no estaba ni el desmonte ni en el desenraice ni e la hechura del bordo… estaban literalmente desenterrando el río, escarbando, sacando grava y echándola a los camiones… a lo largo de varios kilómetros de río se le observó su trabajo por un buen tiempo, con muchos “güíngaros”, palas, talaches… eran toda una nación de hombres trabajando ahí en el río para la carretera.

Fue entonces cuando la gente entendió lo que Pablo “del Hacha” decía… aquél que presagiaba lluvias, nevadas y granizadas, también supo que se hacía lo de la carretera. Fue entonces cuando las gentes del pueblo le dieron la razón cuando lo oían hablar a solas en la bajada de Bella Vista… desenterrar el río… por que se va hacer un camino largo, largo.

Pablo “del Hacha” siguió siendo un personaje en el pueblo. Pasó su vida con su hacha al hombro y entre las manos, rajando leña en los patios de la casas. Su estampa era la de un solitario, hacha al hombro recorriendo las calles del pueblo. En el mismo oficio y en soledad murió quizás a fines de la década de los 50’s… lleno de visiones y de penas… acordándose de su papá Don Carmelito, de las miles de faenas que hizo en muchas casas y de que un día dijo que la carretera se iba a hacer desenterrado el río.

Hoy desenterramos la memoria de aquel que se llamaba Pablo Valero y trabajó siempre honestamente con una hacha.

8 de mayo de 1989.