“…más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas”.
Manuel Gutiérrez Nájera
I
¿Qué son las estrellas, madre, para hablar de ti
y qué el majestuoso tumbo de las olas verdes?
¿Qué son los fulgores regios —en el sol te pierdes—?
¿Qué los crepúsculos blancos de espuma organdí?
Las constelaciones fundan su estancia de diosas
en cantos de pájaros, en encanto de flores,
en el cósmico templo de brillantes colores
y en jardines translúcidos poblados de rosas.
Te presentan los árboles celeste homenaje,
te obsequian arcos iris de almendras y linaje
fundiendo sus colores en corriente salina.
Las rosas de Castilla parecen tan pequeñas,
pues de señorío frágil al saberse dueñas
niegan de su aroma la grandeza diamantina.
II
Y es que, madre mía, si tuviera que pintarte
con palabras que inventaran certitud sonora,
con versos que denunciaran tu rostro en la flora,
tendría que encontrarte en la infinitud del arte.
Hacer un ramo de flores y un cirio de encanto
y llevarte a arrecifes de cangrejos y peces,
decirte en voces marinas, decirte cien veces:
es tuya la palabra y tuyo el portal del canto.
Aunque de suaves murmullos careciera mayo
y este ensayo no fuera más que vulgar ensayo,
tendría que encontrarte en la infinitud del arte.
Porque tú eres mi madre, porque yo soy tu hijo,
porque me quieres con fuerza aunque sea prolijo,
no hay senda que no me conmueva para besarte.
Autor: Ramiro Rodríguez. De Poemas a Propósito (2007)