Felicidades maestros de vocación

Editoriales

El arte supremo del maestro es despertar el placer de la expresión creativa y el conocimiento”. Albert Einstein.

Sin saber que muchos de nosotros quedaríamos unidos para siempre en una cordial y sincera amistad, ingresamos a las aulas a recibir las primeras letras hace poco más de 6 décadas.

A pesar de mi deteriorada memoria por las inevitables vicisitudes de la vida, todavía siento el nerviosismo combinado con la emoción de compartir el banco con otros niños.

Esos sentimientos encontrados por el temor a lo desconocido y el deseo de saber o conocer algo diferente a las faldas de mi mamá o, la protección de mi padre y hermanos por ser el último de mi familia.

En el patio de la escuela primaria Manuel M. García, el mero día de mi cumpleaños, 1 de septiembre, nos formaron por estatura a los varones, (las niñas estaban en la escuela anexa Teresa R. de García) y nos dividieron de uno en uno en dos grupos de 38 alumnos la mayoría sin experiencia preescolar para trasladarnos, a falta de aulas en la escuela, supongo, a una casa por Mina y Escobedo exactamente en lo que es hoy la residencia de Don Luis González González.

Como un hermoso cuento con felicidad por todos lados caminaba al frente una bella jovencita muy preparada y plenamente convencida de su vocación, para fortuna del grupo, y valioso regalo otorgado por la vida, siempre presente en mi mente y corazón.

Una maestra con paciencia para tomarnos de la mano cuantas veces fuera necesario y enseñarnos los fundamentos básicos como base de una edificación grande y solida, o como escuché de sus propios labios: “Las alas para volar y de ti depende hasta donde quieras llegar”.

Hoy sábado 14 de mayo con un cielo nublado casi obscuro después de una ligera llovizna y 8 meses de no estar presente hice a un lado momentáneamente los apuntes deportivos para darle rienda suelta a la nostalgia y redactar este modesto escrito, para publicarlo mañana.

Recordando las aulas, los amplios corredores y el extenso patio de la escuela construida por el filántropo del barrio del aguacate sede de una niñez feliz con la ola, los columpios, el escondite para el bote volado en los frondosos cubrevientos al lado oriente y otros juegos como los prisioneros (Prisios), el trompo, el balero o canicas en sus muy variadas modalidades.

Como añoro el amor a la patria arraigado por los honores a la bandera en las asambleas, o guardias de aniversario a diferentes bustos o monumentos de nuestros héroes o benefactores, las competencias en el corredor entre 4 o 5 grupos del mismo grado para motivar el espíritu de superación implantado por el director del plantel Profr. Francisco J. Montemayor.

A mañana y tarde los maestros Rodolfo De León, Rolando Mercado, María Elena Román, Romanita Contreras nos impartían Ciencias Naturales, Aritmética y Geometría,Geografía, Historia y Civismo sin libro de texto, dictado y manuscrito en libretas con pluma y tintero y en ocasiones un poco de deporte, visitas o paseos a parques públicos, y mucha disciplina.

Y aquí le corto porque no deseo aburrirlos, sino agradecer con reconocimiento público en su día a mis estimados maestros donde quiera que se encuentren, incluyendo por supuesto, a todos los que hacen de su profesión una religión convirtiendo su trabajo para beneficio de la sociedad en un apostolado como lo hiciera mi querida maestra de primer grado: Emma Guadiana Saavedra.

Felicidades maestros de vocación.

Ramón Ábrego Vázquez
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo