Emilio Hernández Luna (Milín)
Hoy Emilio Hernández Luna, conocido en el pueblo “Milín” es nuestro personaje; a él gusta la pesca, tan es así que él dice que esa es su pasión, en la Presa ”Vicente Guerrero” ha obtenido premios importantes.
Hoy Emilio Hernández Luna, conocido en el pueblo “Milín” es nuestro personaje; a él gusta la pesca, tan es así que él dice que esa es su pasión, en la Presa ”Vicente Guerrero” ha obtenido premios importantes.
En esa época cuando vivíamos a unos metros de la Plaza Principal, en el cruzamiento de las calles de Porfirio Díaz e Hidalgo en su esquina noreste y en la planta alta, sí frente al Centro Social, había un lugar al que la gente conocía como “El Capri”.
Nació un 26 de septiembre de 1904, en Torraca Sapri, Italia. Emigra a México allá por el año de 1926, sus padres fueron Don Francisco Perrone y Doña Rosa Teano.
En la curva de la Carretera Nacional, rumbo a la ciudad de Monterrey, se erige majestuosa una construcción a la que el pueblo conoce como “Los Molinos”.
El vivía por el Barrio de Sonora, pero nosotros lo conocimos en el pórtico del Cine “Baldazo”, allí era un trabajador de la Empresa “Operadora de Teatros”, que por muchos años trajo diversión al pueblo. El junto con “Pine” eran los encargados de realizar la limpieza de esa sala de espectáculos, desarrollaba con gran dedicación su trabajo, la ardua tarea de barrer la gran sala del cine, y decimos ardua por la incomodidad para hacer la limpieza entre las butacas; no obstante siempre lo vimos con el carácter jovial y de muy buen humor.
Fue un gran promotor de las actividades artísticas, tuvo siempre una entusiasta participación en innumerables justas deportivas, sobre ellas hoy muchos han de recordar los Juegos de la Revolución, por otros conocidos como los juegos del 20 de noviembre, donde había: salto de altura, salto de longitud, lanzamiento de bala, lanzamiento de jabalina, salto con garrocha, lanzamiento de disco, carrera de los cien metros planos, carrera de relevos, carrera con obstáculos y otras pruebas más, fue capaz de tener un cuerpo de árbitros que cronometraban y estaban presentes en todas las pruebas, había ceremonia de premiación con medallas de oro, plata y bronce para los primeros tres lugares de cada prueba, había diplomas para todos los participantes, había trofeos para las instituciones que acumulaban mayor número de medallas, toda una verdadera organización, toda una verdadera “mini-olimpiada”.
¡De las lunas la de octubre es más hermosa…! Estando por la Avenida Emilio Hernández, allí en las oficinas y centro operativo de Sabinas Hidalgo.net, observamos una publicación de “Semana Regional” de hace veintidós años en particular una columna denominada “Hablemos de…” escrita por Ramón Ábrego Vázquez en donde señala, que se recuerda con nostalgia a los amigos de la juventud, aquellos tiempos idos de aquellas serenatas a la luz de luna, con la solemnidad que ameritaba el hecho de decirle con música a la mujer de tus sueños, lo que sentías por ella.
Tocaba y cantaba… bajos sus dedos, el teclado de aquel hermoso y gran piano negro del cual salían agradables sonidos; canciones del maestro Agustín Lara se escuchaban en el área de la calle Bravo.
Ayer borroneamos tres o cuatro palabras por así decirlo, sí tres o cuatro palabras para enmarcar a un hombre sencillo. Sí, pocas palabras para decir muchas cosas; ellos, ustedes y nosotros, fuimos testigos de alguna parte de su vida, sí, de esa vida que se desarrolló en el lugar en que le tocó vivir, allí por la calle Zaragoza entre Iturbide y Escobedo y allá en sus años mozos frente a la Quinta Gloria.
Tal vez usted la recuerde, era una mujer sencilla y sobre todo muy atenta, se llamaba Pepa Ríos, tenía una pequeña tienda de abarrotes por la calle Treviño entre Bravo y Victoria, aquellas pequeñas tiendas de la esquina o a media cuadra, aquellas pequeñas tiendas a las que aquel entonces se les conocía como “tendajos”.