En la curva de la Carretera Nacional, rumbo a la ciudad de Monterrey, se erige majestuosa una construcción a la que el pueblo conoce como “Los Molinos”.
En donde antes existía una Agencia de venta de cerveza y a un lado donde hoy está una planta embotelladora de Agua Purificada, existió una fábrica de hielo hace tiempo.
En donde hoy se encuentra un “Parque Recreativo”, donde usted contempla la naturaleza y puede estar con ella en forma directa, hay vestigios de lo que fue ayer una planta generadora de electricidad y donde hoy contemplamos una resistente construcción de hormigón llamada “La Turbina”.
Hoy también viene a nuestras memoria todos aquellos que se dedicaban a la siembra del trigo y al almacenamiento de los granos.
La educación del pueblo, lo que en aquella época alguien pudiera llamar “las primeras letras” o sea la educación elemental, fue apoyada enormemente con la construcción de dos obras de elegante arquitectura: El edificio de la Escuela “Teresa R. De García” y el de la Escuela “Manuel M. García”.
Muchas otras cosas de beneficio para el pueblo pudiéramos citar, pero hoy reconocemos la filantropía de aquel hombre que fue hace tiempo y que aún vive en el pensamiento de muchos de nosotros: Don Manuel M. García.