Crónica al interior del tiempo del Cine Olimpia

Historias familiares

Dando vuelta a la plaza… el domingo por la tarde del 2 de noviembre después de ir al panteón y a punto de regresar a Monterrey.

Una vuelta y otra vuelta, platicando en silencio con el contorno de esquinas y de viejas casas… la iglesia San José y el Palacio Municipal… mirar para todos lados, observando la soledad y la ausencia de lo que ya no estará nunca más… tratando de reconocer a las personas, buscando los ecos de las palabras y de risas.

Tratando de atrapar la vida de ese lugar común en el recuerdo de todos.

La gran sorpresa: ¡Hay función en el Cine Olimpia! La función del domingo por la tarde.

Estacioné el carro frente a la plaza, por la calle Hidalgo y le dije a Teresa de Jesús:

Vamos al cine.

Al cine… ahorita, ¿en domingo por la tarde?

¡Sí! -Le dije, como hace muchos años cuando esto era algarabía de niños y de jóvenes y en la banqueta estaban los dulceros y vendedores; en la plaza los paseantes vespertinos y nuestras almas sonriendo porque era precisamente domingo por la tarde, el momento más feliz de aquella infancia pueblerina capaz de recrear la fantasía por completo por ir a ver dos películas de largometraje más cortos. En ese momento me traslade al viejo tiempo del Cine Olimpia y todo lo hice como si fuera ayer.

El pórtico de siempre, un poco solo y unas cuantas cartulinas. Faltaba la música y la crónica cinematográfica en la voz de Don Chalo Cavazos: “Al terminar la melodía, dará comienzo la función”.

Observé hacia la taquilla, pero no había nadie en su lugar. Me dirigí hacia la recepción engalanada por bellas damas que casi formaban valla para entrar. Estaba la noble dama del cine, compañera virtuosa de Horacio Cavazos, la señora Galatea… es un feliz reencuentro con efusivos abrazos, saludos y parabienes que no terminaban:

Vengo al cine, le dije, como antes. Pero no he comprado el boleto.

No hay boleto para ustedes, nos dice Galatea, pasen y gracias por venir.

La siguiente sala es pequeña… una dulcería que parece de museo, lo que ayer vimos enorme hoy es un pequeño espacio inmenso de recuerdos… por un lado la rampa a la galería, aquella vieja galería de madera y de bancas duras.

Unas palomitas para entrar… tomados de la mano por el lado derecho… la película ya había comenzado. La obscuridad me introduce aún más en el túnel del tiempo del viejo Cine Olimpia.

Voces, chiflidos y un “¡Hey, muévanse!”

Perdón, perdón.

Ahí voy tentando, una fila, otra fila, hasta que por fin localizamos los asientos que queríamos en medio de la sala para estar como hace muchos años viviendo todo aquel tiempo.

Han pasado cinco minutos, pero por mi mente han pasado cinco décadas. cuando aquello estaba lleno de voces y de emociones y el público pataleaba y gritaba con las películas que hacían suyas… hoy los cinéfilos seríamos quizás algunos cincuenta.

Seguí observando para ese momento, ya había atrapado todo el espacio y el tiempo del Cine Olimpia… ya había detectado fantasmas en las caras de las generaciones de ahora y el ánimo no olvidado de creer en el cine como una gran forma de cultura, de identidad y de cohesión popular.

La luz de la proyección, del foro y la pantalla… tantos años, tantas tardes y tantas noches… todo aquí… aquí la memoria del pueblo en distintas generaciones… aquí otra vez, aunque ahora el tiempo es otro.

La película Escape Imposible era la que estaba viendo y la película del tiempo del cine Olimpia que observaba en mi interior y que comentaba con Teresa de Jesús era a su vez la que me conmovía… me quedé quieto como una piedra en pozo de butaca… nada me distraía Teresa de Jesús se preocupa y me dice:

¿Qué le pasa?

No sé, vengo corriendo desde ayer y traigo mucha carga.

Traigo mi propia película, es ésta la que le estoy narrando en la crónica que hoy he leído.

Al terminar la función, nuevamente a la salida, a la dulcería y la corte de las bellas damas nos rodearon con animosa platica y con múltiples halagos. luego Horacio con más saludos y más abrazos.

Luego la foto del recuerdo, todos juntos. Y atrás de nosotros los recuerdos del viejo tiempo del Cine Olimpia. La función no había terminado, seguí con mi propia película en la mente platicando desde Sabinas a Monterrey y hoy esa películas se las escribo a ustedes,

15 de noviembre 1997