Los álamos de la carretera

Historias familiares

Fueron centinelas de una de las entradas y salidas del pueblo, según desde donde se les quisiera ver.

Llegaron al medio siglo, por la orilla de la carretera nacional, antes de puente… antes de tomar la curva, a la ribera de la acequia… fueron paisaje de vida, estampa de bienvenida y nostalgia del adiós.

ahí estuvieron mucho antes que nosotros… eran herencia de otra generación, sembrados entre 1937 y 1942… de cuando en el campamento de caminos, la vieja SCOP, existía un vivero para embellecer la carretera y reponer…en parte la destrucción que en su trazo había causado… ¿quiénes sembraron los álamos?, ¿cuántos se lograron de aquéllos que se trasplantaron?, ¿quiénes los cuidaban?… pasaron las décadas y ahí estuvieron protegiendo a los caminantes, dando la bienvenida y el adiós.

Los álamos de la carretera cantaban con sus hojas al sol, a la luna y al viento… conocían de los sueños de quienes se iban y regresaban… todos algún recuerdo tenemos de ellos, por eso nos entristecimos en su agonía… porque cuando se mueren los árboles, algo de nosotros también se va.

La crisis de las acequias del pueblo después del huracán Gilberto… la escasez del agua, más la indiferencia, aumentaron los padecimientos de los álamos de la carretera… fueron enfermando poco a poco… muriendo de arriba a abajo, como dado tiempo de reconsiderar, como diciendo aquí estamos, ¡sálvenos!.

De estación en estación las ramas y las hojas renacían cada vez menos, el olvido se apoderó de ellos y se convirtieron, como las cosas viejas, en estorbo y a veces, ingratamente, en peligro.

Había que cortarlos, pues sus esqueletos eran desagrado y preocupación… pudiendo haber vivido más de 100 años y sólo fueron adolescentes en su existir.

Murieron de pie, como mueren los árboles, a la par que las casa de don Antonio G. Garza de don Rogelio Morales López desdibujaron su presencia sensorial y se fueron sus espíritus… otras casas surgieron pero ya no era lo mismo… aquel recodo del pueblo se desdibujó… todo cambió, vino otro tiempo…

Por ahí siguen pasando transeúntes y viajeros pero ya no hay en lo alto quien cobije sus sueños, sus cantos y sus amores… el lugar es ahora desolado y triste.

Los álamos de la carretera pasaron a ser de centinelas alegres a la entrada y salida del pueblo, a centinelas fantasmas en un rincón del olvido de nuestras memorias…

28 de febrero 1998.