Todos los septiembres en el pueblo fueron para nosotros de fiesta. Recién entrados a la escuela ya sabíamos que teníamos por delante el desfile cívico, desfilaban los grupos de tercero a sexto año; luego también desfilaríamos en la Secundaria después también en la Normal. En total desfilaríamos diez años, entonando marchas y cantos a la Patria… uniformados siempre: pantalón azul, camisa blanca y corbata azul en la primaria: pantalón guindo, camisa amarilla, corbata guinda en secundaria: traje azul marino, camisa blanca y corbata en la Normal… bien peinados con brillantina y goma y los zapatos relucientes marchando en fila… uno, dos, uno, dos…
Los actos cívicos y los desfiles eran encabezados por el alcalde, el Republicano Ayuntamiento, el pueblo en general, las organizaciones obreras y campesinas, los conscriptos del Servicio Militar Nacional y luego todas las escuelas. Lo primero de las paredes de los tendajos y en los puestos de las esquina, especie de bandos, en donde se leía la convocatoria para participar y el programa de los días 13, 15 y 16 de septiembre. Las franjas tricolores, las figuras del Padre Hidalgo y la Campana de Dolores eran por lo común los sellos distintivos que llamaban poderosamente la atención.
Se invitaba a la población a participar del regocijo adornado el frente de las casas con banderitas y papel de colores, y presenciando el desfile en las aceras. Asistir a la noche del Grito e ir a la plaza principal. Los mejores años de nuestra infancia y adolescencia ahí estuvieron formándonos con gran emoción. Fuimos de las voces que gritaban muchas veces: “¡Murió por la patria!” De las gargantas exclamando: “¡Viva México!”. De los que cantaban el Himno Nacional. Escuchábamos con asombro y verdadera emoción los discursos de alabanzas a los héroes “que nos dieron la Patria y Libertad”.
Banderitas tricolores, colgadas de acera a acera y en los andadores de la plaza, rehiletes y papel de china luciendo en las ventanas y los vehículos… niños vestidos de charro y niñas de china poblana… calles barridas y regadas para el desfile de plaza a plaza… ceremonias de tragedia y de valor nacional la del 13 de septiembre, replique de campanas, de luz y de cohetes, noche de Grito… desfile y fiesta de alegría el 16 de septiembre, discursos patrióticos, aplausos y vivas… así nos formamos: con todo ese candor de emociones y de visiones sencillas. Así se nos profundizó una conciencia de la Patria en esos días que formaban las fiestas de septiembre. para nosotros, en esos momentos, ver y saludar la Bandera era tener el cristal de una historia sagrada a la que había que respetar y entregar su vida si fuera necesario… así de sencillos y de nobles eran los homenajes de aquellas fiestas patrias.
El septiembre de 1954 fue muy especial para mi formación patriótica. Por un lado tuve mi primera bicicleta y la adorné a más no poder con motivos tricolores, banderas y rehiletes y papel de china entre los rayos de las llantas. Soló me faltó el traje de charro que nunca pude tener. Le dí vueltas y vueltas a la plaza… y por todas las calles del pueblo luciendo a propósito mi linda bicicleta junto a ella otro hecho de especial significado, pues se festejaba también el centenario del Himno Nacional, razón por la cual en la escuela se nos hizo aprender de memoria la vida de Jaime Nunó y de Francisco González Bocanegra, las vicisitudes en la celebración del Himno, así como también la letra completa del mismo. Se nos explicó y comprendimos el significado de esa palabras y el contenido de sus estrofas. Todo eso para nosotros fue magia y emoción y más cuando sabíamos el valor de estrofas como la siguiente:
Como el golpe del rayo la encina
se derrumba hasta el hondo torrente,
la discordia vencida, imponente,
a los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
se derrame en contiendas de hermanos,
sólo encuentre el acero en sus manos
quien tu nombre sagrado insultó.
Las dos experiencias, la de haber tenido mi bicicleta y la saber el contenido del texto completo de Himno Nacional, me hizo ser aquel septiembre de 1954 el niño más mexicano, no sólo en Sabinas sino de México. En verdad, los septiembres en el pueblo han sido Septiembre de Fiestas Patrias. en verdad no entiendo otra forma de sentir el regocijo de ser mexicano… así lo sentía ayer, así los siento ahora.
14 de septiembre 1996