Una generación en términos de joven generación, no está constituida por el hecho biológico de ser jóvenes, sino por las ideas, actitudes y psicología social de esos seres en formación, para con ellos mismos, la sociedad y el tiempo en que viven y vivirán.
Biológicamente, toda generación es lo mismo; pero social e históricamente, cada generación es distinta, es una cultura y expresa por siempre un tiempo diferente.
Los que ingresamos en septiembre de 1958 a la Escuela Normal éramos jóvenes procedentes de todos los sectores sociales, lo mismo había hijos de ejidatarios, pequeños comerciantes, trabajadores, ganaderos, contratistas, maestros, etc. En el ámbito nacional terminaba el gobierno de Ruiz Cortínes y se iniciaba el de Adolfo López Mateos, dando comienzo la Reforma Educativa y la histórica implantación del Libro de Texto Gratuito. En enero de 1959, triunfaba la Revolución Cubana, la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos estaba al nivel de perritos y chimpancés en cápsulas orbitales; el rock and roll predominaba, mas no desplazó por completo al cha-cha-cha ni al mambo; el twist empezaba a retumbar en los salones de baile. Las Orquestas “Carta Blanca” y “La Moda” estaban de ídem, Pedro Infante había muerto y el cine mexicano vivía de sus viejas glorias.
En el Cine Baldazo las películas mexicanas y en el Olimpia las americanas; mas por otra parte había mucha influencia de cine italiano y francés. Lázaro Cárdenas actuaba de nuevo y gobernaba nuestro estado Raúl Rangel Frías, Las luchas sindicales de ferrocarrileros, maestros y telegrafistas inquietaban al país… en Sabinas, irse al otro lado a trabajar era el segundo bautizo de capacitación para vivir en esta frontera… el Padre Pedro Mireles era ya muy querido y había quién recordaba los tiempos del Padre Castañeda; en la iglesia bautista el pastor eran Don Octavio Mascareñas; la Logia Masónica era un lugar que olía a los azufres y los agraristas desfilaban armados con viejos pertrechos… en los viejos tendajos se hablaba de Gaspar Ibarra y se leía el Boletín de la URSS. El viejo grupo político de Don Antonio Garza había vuelto al poder municipal y Don Antonio González quería la revancha; en la plaza pública aún nos enardecían los discursos patrióticos de Francisco J. Montemayor y del Profr. Silvino Garza. En la radio se insistía en un lema: “La juventud no está perdida, está desorientada”; y en la televisión, por veinte centavos, en casa de algún conocido, seguíamos viendo el programa de Cachirulo…
En fin, que un día de agosto fui a la carpintería de mi padre y le dije que tenía que seguir estudiando, que quería irme a Monterrey al bachillerato… entonces, él se quedó pensativo y me contestó dándome la mejor y más eficiente lección de Orientación Vocacional en mi vida: “No tengo dinero para mandarte a Monterrey. O entras a la Normal o te vienes conmigo a la carpintería”… Así, en frío, ni reflexión automática, pensé en la dureza de los trabajos de carpintería y me dije “¡A la Normal. No se diga más!”… a la Normal a la cual hasta ese día y no antes pensé en ingresar.
Nos inscribimos… de uno en uno fuimos cayendo, quizás la mayoría bajo la misma orientación vocacional que yo tan efícientemente había recibido… allí estábamos: Blanca Deyanira Chapa, Blanca Josefina Santos Hinojosa, Elvia Cantú Guerra, Elva Hernández Cantú, María Angélica Montemayor, María Amara Morales Garza, Josefa Alvarado Morantes, Graciela Ibarra Garza, Jonás Alfonso Elizondo Montemayor, Luis Lauro Escamilla Martínez, Valdemar González Garza, Rogelio Hernández Soto, Filogonio Vázquez Alvarado, Ricardo Oziel Flores Salinas, Salvador Garza Inocencio, Bladimiro Hernández Cantú, Epifanio Hernández Cantú, José Rodolfo Lucio Alejandro y Julián Villarreal González. Después se agregaron Ángel René Higinio Alcorta, Ángel Luis Muñoz Jiménez y Eleazar Treviño Villarreal.
Es imposible, en esta crónica, hablar de los virtudes de todos mis compañeros. Sólo quiero decir que mucho aprendí y sigo aprendiendo de todos ellos…
Fueron nuestros maestros: Eugenio A. Solís, María Elva Solís, Dante Perrone, Rosa Norma Morton, Sergio Hernández Cantú, Jorge Mascareñas, Arturo Solís, María Vidala Cervantes, Ramiro Muñoz y Víctor Alejandro Méndez.
Un sinfín de materias en tres años de estudio. Mañana, tarde y noche, junto con dos años de práctica… mas sigo creyendo que lo que nos tituló como maestros de Instrucción Primaria no fueron tanto el número de horas ni de materias, sino la calidad de todos los maestros juntos, quienes en sus personas reunían valores morales, modos de ser, convicciones, constancias y sencillez en sus vidas… nos titulamos también por el cariño a todos ellos, cariño que sentimos y apercibimos en medio de nuestra obediencias y rebeldías a la vez, como hijos de la Normal que éramos. Nos formamos en sus paciencias y en sus perdones… hoy, con el paso del tiempo, eso lo comprendo plenamente.
Dos años de práctica en la Escuela “José María Morelos” de la Haciendo Larraldeña. Primer día de trabajo, Filogonio Vázquez y yo. El Director, Mario Guzmán, nos recibe y nos pregunta: “¿que? ¿ustedes vienen a inscribirse?”… caminatas de Bella Vista a la Hacienda, Samuel Flores fue mi copiloto en la bicicleta… María Teresa Baldazo, una hermana más en la casa, Elizabeth Flores, Socorro Morton, Carmen Jaramillo, Antonio González, Carlos González, Julieta Llanas, Excelentes compañeros…
Tres años de inquieta vida estudiantil normalista. Festividades, desfiles, bailes y funciones de teatro. Mesas directivas, participaciones en Monterrey, el periódico El Timón; cada día una novela vivida. Por las noches, cuidar a las muchachas hasta sus casas e irnos corriendo a la fonda de Don Natalio Solís para pedirle fiadas la órdenes de tacos. Se cruzaron ideologías, formas de pensar, religiones, mas nunca chocaron los afectos, los respetos y los apoyos… hubo siempre fraternidad y querencia. Un solo grupo como una sola familia… cada quien fue convincente y fiel en su propio pensamiento… quizás yo fui de los más radicales, tuve el signo extremo de una época en que ser de izquierda era transferir la frontera a la subversión… todos me respetaron y yo los respeté a todos. Esa fue la mayor lección de brillantez y de relaciones humanas que he recibido en mi vida…
Los exámenes finales, las tesis, el tema del momento, la marcha y el baile de graduación… aquello terminaba… Luis Lauro siempre brillante, tuvo a su cargo el discurso, abrazos y fotografías… las golondrinas “a dónde irán, veloz y fatigados… las golondrinas que de aquí se van”… el baile, con el nuevo traje azul marino y las muchachas de blanco, esplendorosas y nobles, como siempre.
Esa noche fue el saldo de una época… la vida empezaba a los dieciocho años para cada quien… las golondrinas pueblerinas se fueron, se dejaron de ver entre sí a los cuatro vientos, a los cuatro tiempos… nada sería igual y todo sería un recuerdo… todo empezaría a ser mágico.
A la generación normalista de 1958–61, le agradezco haberme permitido ser miembro de ella, Mis compañeros y mis maestros formalizaron por siempre sus cátedra de normalismo humano, bello e inagotable, a la cual me inscribí desde la misma noche de junio… y 25 años después, doy constancia de gratitud por todo ello.
14 de noviembre de 1986.