Celso Garza Guajardo

Los coches de caballos: Reliquias rodantes que se pierden

Aquellos años que soñé

Celso Garza Guajardo

Van por las calles, no han cesado de circular a diario, pese a la invasión automotriz del último medio siglo. Van con el trote de siempre o a vuelta de rueda, su clásica presencia de negro simboliza heráldicamente prudencia y honestidad: son los llamados coches de caballos para dar servicio de traslado. Son los coches, sus cocheros y sus caballos, parados ahí, en el sitio que tienen asignado o recorriendo las calles al son de las herraduras de los cascos de los mansos equinos.

Celso Garza GuajardoVan por las calles, no han cesado de circular a diario, pese a la invasión automotriz del último medio siglo. Van con el trote de siempre o a vuelta de rueda, su clásica presencia de negro simboliza heráldicamente prudencia y honestidad: son los llamados coches de caballos para dar servicio de traslado. Son los coches, sus cocheros y sus caballos, parados ahí, en el sitio que tienen asignado o recorriendo las calles al son de las herraduras de los cascos de los mansos equinos.

Un mueble austero, el coche; un personaje rústico, el cochero y un noble animal, el caballo, integran un todo armonioso, resistentes al tiempo y a los cambios improvisados.

Cultura labriega aquella de las carretas, de carretón, del “expresito” y las “ligerina” ya desaparecida por el inevitable progreso de las cosas. Historia aquella que trasladó el caballo por todos los valles y caminos. De todo ello como colofón de un libro de estampa pueblerina, nos quedan casi quietos a la sombra del olvido y en los bordes del arrogante y desuso, los coches de caballos y los silenciosos cocheros.

Los coches son piezas de artesanía, labradas y forjadas a mano, ya no quedan muchas, son verdaderamente muestras de museo. Valiosas por su forma y por todo lo que encierran de pasado. Cuando un coche de este tipo se liquida en nuestros tiempos, culturalmente la sociedad pierde algo de sus raíces… y las casas comerciales de antigüedades recogen fariseamente los restos que atropelló el progreso.

En el pasado, los hombres de campo seguían las huellas del camino y de esa forma iban y venían carretas a su destino… ¿qué camino siguen ahora estos extraños hombres de campo que son los cocheros…? En el pavimento los arrollan los carros y las trocas tejanas; en las carreteras, los camiones y los trailers; los taxis los ven de arriba, a abajo y los hombres sencillos, presionados por tanta velocidad, a los que les da pena muchas veces usar sus servicios.

Los únicos que comprenden a los cocheros son los buenos hombres que siguen andando en bicicletas por las calles de Sabinas. Ellos tienen sus travesías para llegar a sus casas y trabajos. Pero el cochero, ¿que huella del camino sigue? no es el camino del mañana, porque le sería más negro que su color; no es el camino de competir, porque ocuparía el último lugar; entonces ¿qué huella del camino puede seguir el cochero?. Sólo puede seguir el camino que se marque por los hombres del recuerdo y eso siempre y cuando las podamos desempolvar entre todos juntos.

Son las únicas huellas que le pueden dar seguridad, presencia y total dignidad al coche, al cochero y al caballo. Las huellas del cochero nos llevarán a recuperar aspectos culturales que estamos despreciando sin sentido, sin ton ni son, sin saber a dónde vamos ni qué queremos.

En el panorama urbano de Sabinas Hidalgo, los coches de caballos dan ideas de una identificación cultural, son algo añejo que tiene cuerpo y sentido histórico. Pueden ser, además, un atractivo turístico más para lo cual ha necesidad de mantener y proteger incluso oficialmente. En suma, pueden significar, además, un orgullo de los sabinenses capaces de proteger cosas del pasado que los identifican.

Desempolvemos las huellas del camino del cochero para que puedan volver a encender sus linternas de noche, saludar a todos y avisar que cruzan las calles golpeando los rayos de sus ruedas con el palo del chicote y puedan regresar al caballo al improvisado corral que les queda, dándole una palmada en las ancas, seguros de que el día de mañana podrán continuar circulando.

No se trata de retornar al pasado. Se trata de que a vida debe tener calidad: en nuestra sociedad, muchas veces lo que se llama progreso no conduce necesariamente a un mayor calidad de vida. Cuando esto sucede así, los hombres capaces reflexionan y vuelven sobre el pasado para partir de nuevo y tratar de recuperar el tiempo perdido. O sea, son las huellas del recuerdo tan necesarias y útiles de seguir cada vez que nos perdemos o que hemos dejado de encontrarnos a nosotros mismos.

Los coches de caballos deben seguir siendo reliquias rodantes, pero a la sombra del cariño y del respeto de todos, siguiendo las huellas de nuestras nostalgias…

23 de marzo de 1984.