Los Murales del Salón de Actos de la Escuela Normal Pablo Livas

1º Anecdotario Escuela Normal Pablo Livas

La historia empieza un 2 de septiembre de 1954, ya que en Sabinas Hidalgo los años escolares iniciaban un 2 y curiosamente caía muchas veces en lunes, o a lo más entre semana.

Nos inscribimos entonces más de sesenta alumnos conformando la generación más numerosa de la historia de la escuela hasta ese entonces. Fue tal la afluencia, que nos aplicaron examen de admisión. El día que entregaron los resultados todos entramos a enterarnos si pasamos o no, menos los papás. Sin embargo, se dieron la habilidad para presionar al representante de la Dirección General de Educación para que nadie quedara fuera. Y en efecto, todos pudimos ingresar a la Normal.

Las clases iniciaron con un nuevo director, el profesor Víctor Alejandro Méndez, ya que el profesor Eugenio Solís Guadiana, fundador y director del plantel, fue ascendido a inspector de primarias.

Todos teníamos un promedio de 15 años, aunque había algunos de 16 y 17 años o más. La mayoría éramos de nuestro pueblo, pero los que venían de Ciudad Anáhuac se asistían más allá del barrio del Dólar, en la casa de doña Lola, después en la casa donde nació Armando Villarreal, autor de “Morenita Mía”.

Los de Villaldama, y más bien las mujeres, se asistían en la casa de mi madre, ubicada por Escobedo y Mina; y los de Bustamante y Valle Hermoso, Tamaulipas, vivían en diferentes casa de renta.

El tiempo, de pronto, parece abrir un Banco para mostrarle a uno ciertos recuerdos. Así he podido ver de nuevo, aunque sólo sea en la memoria, a muchos de nuestros queridos maestros: Arturo y Elva Solís, Orlando Tijerina, Abiel Mascareñas, Rosa Elia Elizondo, Ovidio González, Víctor Alejandro Méndez, Dante Perrone, César Guadiana, Lupita Mireles. Todos ellos nos impartieron clases durante tres años en aquel largo salón dispuesto de sur a norte.

Hacia el poniente, la esquina del segundo piso, a un lado de un pequeño salón que da al pasillo de las escaleras para llegar a las canchas, se convertía en algo muy especial cada noche de graduación, pues por aquella escalera descendían los graduados hacia la cancha, donde se realizaba la gran ceremonia, con vals y entrega de documentos.

Pero la historia de esta crónica está basado en la materia de Historia de México que nos daba el maestro Arturo J. Solís Montemayor. Casi todos llevábamos un libro ya usado, convenientemente subrayado por las personas a quienes perteneció primero. El caso es que el profesor Solís solicitó, a los que sabíamos dibujar, que realizáramos unos murales en el salón de actos basándonos en las litografías que venían en cada capítulo, representando cada una de las épocas de nuestra patria, desde la colonización hasta la expropiación petrolera. Aquella invitación la había extendido el maestro para que fuéramos a pintar los sábados y domingos y algunos días de entre semana.

Nos compraron entonces pintura blanca, ya que las paredes del salón de actos no estaban afinadas, y a fines de septiembre o principios de octubre del año 64 tomamos el metro, el lápiz, la brocha y la pintura y pintamos hasta que los cuadros marcados con lápiz, de un metro cuadrado, quedaron lisitos de pintura blanca. Fuimos varios los que nos aplicamos a esta encomienda. Pasaron semanas, luego meses y dio inicio el nuevo año, 1965, y trazamos las cuadrículas en los espacios blancos y con lápiz empezamos a dibujar a los personajes de cada capítulo histórico, y con pintura de aceite de color negro trazamos sus caras y paisajes.

De varios compañeros que iniciamos al final sólo quedamos Baruch Vázquez, Víctor Rodríguez, Ovidio Mendoza, Alejandro García, Antonio Olveda, Hugo Peña, Adino Silva, Óscar Garza… y estábamos siempre cantando, contando chistes, jugando a brochazos, de pronto en silencio, peleábamos o trepados en botes o escaleras de madera par poder dibujar el frente de la parte superior.

El maestro Arturo Solís nos visitaba, nos daba recomendaciones y se retiraba. En cambio, el director profesor Víctor Alejandro, nos regañaba por los destrozos o manchas dejadas en el piso o en las paredes.

Terminamos los murales el 21 de marzo de 1965, luego de seis meses de creatividad y talento, seis meses que se quedaron ahí para siempre en cada mural con su historia sin fechas de su realización y muchos incluso sin los nombres de sus creadores. No hubo ceremonia de entrega ni acto alguno para celebrar nuestro trabajo, pero estábamos satisfechos y contentos de haberlo al fin concluido.

Ahí están, sin embargo , luego de que han pasado 43 años: las generaciones de normalistas las has respetado, las han cuidado los maestros y directivos ya a más de cuatro décadas de que se hicieron, en ese mismo espacio donde ha habido asambleas, conferencias, obras de teatro, aniversarios, homenajes póstumos, reconocimientos.

Han pasado numerosas generaciones y los murales han sido testigo mudos de todos esos acontecimientos. Sin saber que los murales iban a permanecer tanto tiempo, un grupo de normalistas adolescentes dejó para la vida de la Normal un recuerdo de su presencia, de aquella generación 1964-1967 que hoy recordamos con cariño, así como a los maestros que impulsaron estas obras, especialmente Arturo J. Solís y Víctor Alejandro Méndez, quien fuera nuestro director cuando iniciamos y egresamos de la Normal.

Qué bonito es recordar estos 43 años para que las generaciones pasadas y presentes conozcan un pequeño suceso de nuestra historia por medio de esta breve crónica que compartimos en la celebración del 60 Aniversario de la Escuela Normal Pablo Livas, orgullo de la gran familia sabinense.

Ciudad General Escobedo, Nuevo León a 18 de octubre de 2008.

Profesor Óscar Garza Guajardo
XXVII Generación
1964–1967