Carolina Montemayor Martínez

Receso…

Textos

Carolina Montemayor MartínezHoy me di un receso. No quise pensar en lo que nos inquieta, ni siquiera en lo que me agobia.

Tomé el libro que leo, fantasioso y pleno de ficción y entré a ese mundo que bien pudo ser éste en sus orígenes inimaginablemente remotos o que lo será en tiempos futuros, inefablemente lejanos.

Sus líneas me transportan al Universo de la imaginación y me hacen recurrir a la memoria ancestral, esta memoria colectiva que poseemos y que, inconscientemente, llevamos como enigma de aparición ocasional, con todo su misterio y su voz incomprendida, su acento arcaico que nos alerta o nos enjuicia.

No me permito adelantar la lectura páginas adelante, quiero, no sé si adivinar o reinventar la historia, en un intento de que ese mundo, que es el nuestro, vuelva sobre sus pasos, más sabio y más juicioso o bien, que adelante su andar y, se auto reconstruya, se escude, en base a su triunfo sobre los grandes males de la humanidad…

Cierro esta caja de Pandora y contesto al teléfono. No, hoy no quiero acicalar mi pelo, ni poner rubor en mis mejillas, ni vestir colores, ni siquiera aspirar el perfume que prefiero.

Quiero estar conmigo un rato, intenso, largo y grato… quiero saber por qué, a veces esta lasitud me invade y pretende aniquilarme, por suerte la conozco, y la conozco bien desde hace tiempo, sé cómo contenerla, tengo recursos, he inventado trucos… poemas, música, tal vez el film aquel que me tiene cautiva desde hace tantos años: Cinema Paraíso, puedo verlo otra vez, aunque llore hoy también…

Y mi poema favorito de la inmortal Storni: "Quiero un amor feroz, de garra y diente, que me asalte a traición, a pleno día y que sofoque esta soberbia mía, este orgullo de ser todo pudiente". . .

Abro el refrigerador, nada me atrae, quizás algo de fruta… abro la puerta y la cierro a llave, tomo la acera, cruzo la calle, el parque con sus árboles y aves, abre los brazos, dice "buenas tardes".

El viento fresco juega con mi falda mientras subo en pendiente de difícil ascenso, viene luego el descenso, a compás placentero, el paisaje a lo lejos, montañas, nubes, cielo y, entre el paisaje y yo, la ciudad y sus torres, sus cristales y espejos…

Como última ofrenda, una lluvia ligera y el arco de colores alegría en la escena…