Hace unos días en la ciudad de México se les hizo un homenaje a los mexicanos que participaron en la Segunda Guerra Mundial, pues se cumplieron 66 años de que habían regresado al país, el 18 de noviembre de 1945. A principios del mes de mayo de 1942, los submarinos alemanes advirtieron a los barcos mercantes mexicanos de las graves consecuencias a que se expondrían si se continuaba proporcionando petróleo a Estados Unidos. Días más tarde, torpedearon dos navíos petroleros mexicanos: El Potrero del Llano que fue hundido por un submarino alemán en la costa de Florida el 13 de mayo, y el Faja de Oro, el 20 de mayo.
Tras estos hechos México reclama estos hundimientos ante el gobierno alemán, el cual no da mayor respuesta, por lo que se declara el 22 de mayo, que existiría un estado de guerra entre México y Alemania, Italia y Japón. El Presidente Manuel Ávila Camacho, con autorización del Congreso, declara el 28 de mayo de 1942 el estado de guerra entre México y las Potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón).
Posteriormente entre junio y septiembre de 1942 serían hundidos cuatro buques más: el Tuxpan, Las Choapas, el Oaxaca y el Amatlán.
Un gran recuerdo llevo en mí de cuando los sobrevivientes del hundimiento de los barcos petroleros “El Faja de Oro” y “El Potrero del Llano” pasaron por Sabinas, fueron rescatados por barcos estadounidenses, y regresaron a México cruzando la frontera por la ciudad de Nuevo Laredo, internándose por tierra al país; siguieron la ruta de la carretera #85, que cruza por nuestra ciudad. Para recibirlos con honores las Autoridades Municipales invitaron al pueblo y a los maestros acompañados de sus alumnos.
Íbamos muy contentos, felices, agitando unas banderitas tricolores que de prisa habíamos elaborado, concurríamos los alumnos de todas las escuelas de Sabinas y mucha gente llevaba viandas y refrescos para obsequiarles; unos eran soldados y otros trabajadores de Petróleos Mexicanos.
Cuando a lo lejos se divisó el convoy que daba vuelta en la curva de la carretera que del lado norte penetra al pueblo, se escuchó un vocerío enorme, algunos gritaban vivas a México, otros, vivas a los heridos y felicitaciones de mano a los buenos y sanos; venían varias ambulancias que conducían a los heridos delicados, varios camiones con sus plataformas abiertas donde venía el contingente: unos de pié, otros acostados; hicieron alto y la gente se acercó a saludarlos y a obsequiarles bebidas y alimentos.
Toda la chiquillería nos desparramamos alrededor de los camiones, sintiendo curiosidad y lástima por aquellos que cubrían sus brazos o piernas con vendas, un soldado de tez morena y ojos verdes, tal vez nativo de las costas de Oaxaca, saludaba con gran entusiasmo a los que le tendían la mano, me acerqué, para saludarlo, pero era tan pequeño que no alcanzaba la plataforma. Él me miró, se sonrió y se agachó tendiéndome su mano para que yo lo saludara, al hacerlo sentí correr por mi cuerpo un calor inmenso, era la identificación de dos mexicanos que al amar a su tierra, se trasmiten los sentimientos de solidaridad.
Grato recuerdo que llevo y que lo evoco cada vez que hay que rendirle honores a todos aquellos que lucharon por la Patria.
Prof. Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista de la ciudad
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo