Allá por el año de mil novecientos setenta y cuatro llegamos a rentar una casa de color azul, marcada con el número ciento ochenta al oriente de la calle Ignacio de Maya, a unos cuantos metros de la Iglesia “San José” y a espaldas de la “Casa del Maestro”.
Aún existe un angosto callejón que une el espacio donde se ubica el monumento a los “fundadores” con la calle Hidalgo antes de llegar al río.
En ese cruzamiento hay una pequeña explanada, hoy utilizada como estacionamiento y ayer usada como punto de reunión de las mujeres del barrio.
Alrededor de las siete y media de la tarde salía Barbarita a barrer y a regar eses lugar, porque unos minutos más tarde llegarían las mecedoras, que colocadas en un gran círculo albergarían a las personas que noche a noche y por espacio de muchos años, allí se reunían a comentar los sucesos del día, o a ver aquellos programas televisivos de las series: Hawaii 5-0, Bonanza, Las Calles de San Francisco, en aquellas enormes televisiones de pantallas casi redondas con las que se iniciaba la era del color.
Allí estaban Rita Villarreal, Barbarita, Chole, Doña Camila, Diamantina, Maricruz y algunos nombres que hoy escapan a mi memoria y por supuesto allí estaba on su risa contagiosa y, sus chascarrillos Ernestina, quien siempre estuvo en el pensamiento y en el corazón de mi abuela Cuca, mi abuela política, pues ambos era de los “Colorados”.
Qué tiempos aquellos donde la reunión y la plática se hacían a la luz de la luna. Hoy traemos estos recuerdos porque Doña Ernestina se ha ido. Descansa en paz.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo