Cuentan que… Un turista suizo recorría Italia allá por 1859 y presenció la batalla de Solferino entre los francopiamonteses y los austriacos.
Cuentan que… Desde la cima de un cerro vecino pudo ver aquel encarnizado combate donde quedaron en tierra, entre muertos y heridos, alrededor de cuarenta mil hombres.
Cuentan que… aquel turista corrió horrorizado a la tierra del Emperador de Francia, Napoleón III, para pedirle que liberara a los cirujanos austriacos prisioneros, a fin de que prestaran ayuda a los heridos. De esta manera se salvaron muchas vidas.
Cuentan que… aquel hombre no podía olvidar aquellas escenas y escribió un libro llamado “Un recuerdo de Solferino” que termina con estas palabras: “¿No sería posible fundar y organizar en todos los países civilizados sociedades permanentes de voluntarios que en tiempos de guerra prestaran ayuda a los heridos sin tener en cuenta su nacionalidad?”.
Las palabras de Juan Enrique Dunat sacudieron conciencias y un año más tarde, se reunían en Ginebra representantes de asociaciones caritativas y gubernamentales para sentar las bases de la actual Cruz Roja.
En nuestros días la Cruz Roja desempeña una labor extraordinaria y se sostiene en parte con los donativos particulares, hoy la Cruz Roja nos necesita, colaboremos económicamente con ella y ojalá nunca la necesitemos. Y cuando escuchemos el ulular de su sirena, demos vía libre, una amabilidad de nuestra parte puede salvar una vida.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.