En sentido etimológico la palabra leer tiene su origen en el verbo latino "legere", el cual es muy revelador, pues connota las ideas de recoger, cosechar, adquirir un fruto; según el docente peruano Daniel Sánchez Lihón, leer es un acto por el cual se otorga significado a hechos, cosas, fenómenos, y mediante el cual también se devela un mensaje cifrado, sea este un mapa, un gráfico, un texto. Viene a ser una respuesta a la inquietud por conocer la realidad, pero también es el interés de conocernos a nosotros mismos, con el propósito de enfrentarnos con los mensajes contenidos en todo tipo de materiales.
El placer de la lectura y el amor a los libros ha quedado plasmada en infinidad de frases de literatos, científicos y otros pensadores, como aquella de Edmundo de Amicis de contenido lapidario: "casa sin biblioteca, casa sin dignidad", o el proverbio hindú: "un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado, un amigo que espera, olvidado, un hermano que perdona, destruido, un corazón que llora", o la de Alfonso Reyes "la lectura es un darse y un recobrarse; una aceptación siquiera instantánea y automática de lo que leemos y un claro registro de nuestras reacciones".
El único vicio permitido es el de la lectura, ese acto que nos hace soñar, volar, recorrer mundos reales e irreales, construir caminos y pisar senderos de lo misterioso, lo fantástico, lo mágico; leer es adentrarnos al mundo del cuento, de la novela, de la poesía, de la ciencia, en suma, del conocimiento elaborado por el hombre en su estadía sobre la faz del planeta. Debemos leer siempre e impulsar a otros a que lo hagan para compartir ese mundo fascinante.
Uno de los clamores persistentes en el medio cultural, educativo y aun en el político es el referente a lo poco que se lee; el profesor se queja de la mala calidad de la lectura de sus alumnos, del poco interés por leer otros libros aparte de los textos escolares. Los miembros de la élite cultural ven con desagrado y preocupación el bajo índice de lectores y entre los políticos de viejo y nuevo cuño, hay algunos cuyo acercamiento a los libros, periódicos y revistas se produce en raras ocasiones, normando su criterio con las noticias generadas en la radio, televisión y la "grilla" cotidiana.
Esta lamentación no es nueva, data del siglo XIX y hay referencias al respecto, si revisamos libros y revistas de esa época, encontramos que en tiempos pretéritos eran muy contadas las personas que sabían leer; la historia nos muestra a personajes como a un Carlomagno semianalfabeta, al igual que otros gobernantes, a tal grado que el rey español Alfonso X el Sabio en la Segunda de sus Partidas, en la ley XVI del título V, recomendaba la gran conveniencia que reportaría a reyes y gobernantes el saber leer.
Después de la invención de la imprenta tampoco abundaban los libros y las bibliotecas de los pensadores eran reducidas, como la de Baruch Spinoza que tan solo poseía 60 libros, Emmanuel Kant tenía 300 y la mitad de ellos eran sobre narraciones de viajes, tema al que era muy afecto el filósofo alemán y que por cierto jamás abandonó su pueblo natal.
Lo anterior no justifica la existencia de pocos lectores en la sociedad, pero, para ilustrar tal fenómeno podríamos utilizar el vocablo tan de moda en la actualidad: crisis, agregaríamos: existe una crisis permanente de la lectura, más acentuada en los ahora llamados países emergentes, cuya economía anda por los suelos, dependientes de los vaivenes de los estados poderosos y afectados siempre por sus males.
Preguntamos: ¿se lee más ahora que antes?, ¿el alfabetismo ha crecido?, ¿se producen más libros hoy que antes?, las respuestas son afirmativas, salvando claro está, el factor de la proporcionalidad, lo que nos lleva a cuestionar el porqué no hay más afición a los libros como lo deseamos, ¿en dónde está la falla?, ¿en el hogar?, ¿en la escuela?, ¿es el gobierno el culpable de dicha situación? o son estas instituciones en su conjunto las responsables del bajo índice de lectores y del poco o casi nulo fomento de la lectura.
Los estudiosos del tema consideran que el gusto por la lectura se inicia en el hogar, donde se aprende lo fundamental de la vida, donde en forma espontánea se adquieren hábitos, actitudes, valores, modos de ser, de sentir y de pensar; es allí, en el reducto doméstico donde el niño tiene el primer acercamiento a la lectura, cuando en la edad más tierna la madre o el padre le narran cuentos o leen historietas, en un acto donde cuentan más las palabras que el título universitario o los libros que posea la biblioteca de la casa.
Otro factor a considerar es la carestía de los insumos para producir los libros, cada vez es más difícil encontrar libros baratos, esto condiciona el aumento del número de lectores, si a eso le agregamos la falta de la cultura de la población para acercarse a ellos, el auge de la televisión, el cine, la radio, la computadora y el internet que gana adeptos con rapidez, el panorama parece sombrío, pero es innegable que quien busque ampliar su horizonte cultural, deberá inevitablemente acudir a los libros.
Leamos siempre, estimulemos a otros a que lo hagan y si antes la lectura era un acto ocasional, complementario, en la actualidad deber ser una función orgánica, fisiológica.