Eran las diez de la noche y allí estaban ocho adolescentes, tres mujeres y cinco hombres.
Pidiéndole al mesero unos “topos”, y el mesero cual es su trabajo, solícito trae una botella y deja pequeñas copas llenas de “aguardiente” en aquella mesa, sin preguntar y sin importarle tampoco la edad de los participantes de esa reunión.
Se notaba por la algarabía que tenían, que aquellos jóvenes venían de otra fiesta; estaban muy bien vestidos y sus personas con olor a perfume caro. No se metían con nadie, pero destruían su interior “topo” tras “topo” y otro y otro más.
Alcohol, alcohol y más alcohol y de comida cero. Dame dinero, el pretexto: “Tengo que llevar a mi novia a cenar”.
Después de subirse al carro, pisar el acelerador y buscar la muerte.
Escuchamos a una señora decir ¡Dios los cuide! El alcohol y la velocidad son un peligrosísimo binomio.
Cuando nosotros fuimos adolescentes, que por cierto fue hace mucho, escuchábamos en la radio: Son las diez de la noche ¿Sabe usted dónde están sus hijos?
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.