¡Mal gobierno!…

La Bola Cuadrada

La mayoría de los gobiernos de nuestro país, lejos de cumplir su misión como fuentes civilizadoras, han sido verdaderos enemigos del pueblo.

No solo en el desempeño de la primera magistratura, encontramos la obsesión criminal de matar la idea libertaria de un pueblo y usurpar sus derechos y propiedades, aprovechando su ignorancia, sino que en el gobierno de cada Estado y en la administración de cada presidente municipal, encontramos la misma obra de ruindad y la sucesión de hechos que, encadenados, habían de mantener a nuestra Patria en el lamentable atraso en que hoy la encontramos, y habían de obstruccionar no solo el progreso nacional, sino el progreso general de las ideas de fraternidad y de justicia universal.

El gobierno ha temido al hombre instruido y le ha negado el derecho de aprender; en lugar de fomentar las sociedades de enseñanza laica y de proteger las ligas pedagógicas que procuraran el mejoramiento del maestro, se ha unido con el clero y con las sociedades religiosas, para humillar al magisterio nacional y a la escuela primaria.

El gobierno ha temido a la unidad del gremio obrero y ha procurado mantenerlo en completa anarquía, fomentar la discordia protegiendo con marcada injusticia a unos y persiguiendo con marcado cinismo a otros, habiendo a la vez disuelto por medio de la fuerza, las asociaciones que han organizado, procurando sembrar el terror y mantenerlos en un estado social demasiado humillante, obligándolo a trabajar y callar.

El gobierno ha temido al pueblo virtuoso y ha fomentado la explotación de las bebidas alcohólicas, otorgando concesiones a las compañías explotadoras que tienen en la embriaguez y el vicio, su único medio de subsistencia.

El gobierno ha temido al ciudadano y lo ha perseguido, cuando ha querido hacer uso de sus derechos, obligándolo a la vil representación de una comedia electoral, para matar en él, toda noble aspiración y todo noble ideal por servir al pueblo. El gobierno ha temido al hombre libre y ha fomentado el fanatismo, dando derechos a los explotadores de dicha debilidad humana, porque ve en el hombre libre un enemigo.

El gobierno ha temido al hombre trabajador y lo ha obligado a vivir en la miseria, sujeto a la voz de un amo y decidido a renunciar a su dignidad para trabajar por un escaso salario, con el que apenas ha podido cubrir sus primeras necesidades, sacrificando para ello sus libertades, su amor propio y su honor.

El gobierno ha temido al patriota y ha procurado con todos los medios que están a su alcance, agotar los sentimientos de amor a la Patria, porque ha estado seguro de que el día que cada mexicano fuera un patriota, hasta ese momento podía sostenerse.

Desde Vicente Guerrero hasta Victoriano Huerta, no encontramos sino una sucesión de enemigos de la Patria que salvo el Benemérito Benito Juárez y el demócrata Francisco I. Madero, han tenido por norma vender la patria. Unos la entregan al norteamericano, otros a un príncipe austriaco, otros al clero, otros a los hacendados y otros al ejército y toda nuestra historia llena de manchas, enmudece avergonzada de guardar en sus páginas, los nombres de organizadores de cuartelazos, de los usurpadores, de los pretorianos, de los profanadores de la ley y de los monstruos que han orillado al pueblo, a la más vergonzosa esclavitud.

La misión del gobierno debe se mantener un equilibrio, una armonía estable y perfecta, entre los derechos individuales y los derechos de la autoridad; el individuo tiene derecho a expresar libremente sus ideas y la prensa ha tenido la más odiosa mordaza, que solo este hecho basta, para acusar a nuestros gobernantes como enemigos de la libertad de pensamiento.

El individuo tiene derecho a asociarse, y nuestros gobernantes, criminalmente, han violado los lazos de unión y confraternidad que hacen fuertes a los pue-blos. El individuo tiene derecho al trabajo y nuestros gobernantes han protegido a los ladrones del trabajo, para obligar a diez millones de hombres a vivir en la miseria.

El individuo tiene derecho a pedir una justa retribución de su trabajo y nuestros gobernantes han profanado este derecho, contestando con asesinatos a los que han llevado la voz de la justicia. El individuo tiene derecho a instruirse, porque tiene derecho a la felicidad, pero nuestros gobernantes han perseguido al maestro, obligándolo a una vida de peón, para matar en todo cerebro noble, la idea de consagrarse al sacerdocio de la enseñanza, así el gobierno, conviniendo a sus mezquinos intereses, ha obligado a millones de habitantes a vivir en la ignorancia.

En el estertor de una era que pasa y en la aurora de una era que nace, la nación espera impaciente la obra del gobierno, para ayudarle si ha de encaminar sus actos hacia el bien de la Patria, o para oponerse, con la palabra o con las armas, si ha de seguir las huellas de los gobiernos pasados, convirtiéndose de salvador del honor nacional, en enemigo del pueblo, pues habrá una nueva revolución, si hay una nueva injusticia que combatir. ¿Qué le parecen, estimado lector, los conceptos anteriores? retratan una realidad cruda y amarga, efectivamente, este era el panorama que advirtió en el México de 1914, el profesor coahuilense, distinguido revolucionario y brillante pensador, el teniente coronel David G. Berlanga, originario de Arteaga, Coahuila; sus pensamientos nos hacen valorar los avances y retrocesos en torno a la vida política, económica y social de nuestro país, a más de nueve décadas de haberse publicado su libro titulado Pro-Patria.