Benito y el bagre en el callejón Guerrero

Anécdotas deportivas

Un día de tantos, Abelardo ordenó como siempre sucedía:

– Vamos a ir a pescar al Callejón Guerrero (lo que ahora es la continuación o el inicio de la calle Guerrero, al subir del Río Sabinas y antes de la calle Lerdo de Tejada).

Por allí pasaba la acequia, que siempre llevaba agua y también había buenos peces. Porque ahora no hay ni agua, menos peces.

Abelardo dijo:

– Se van todos al lado norte o abajo de la anacua, yo me voy a quedar a pescar del lado sur.

Se aclara para evitar los malos entendidos, que el agua corría de sur a norte y que Abelardo, siempre ventajoso, todo lo tenía para ganar y nada para perder. Obedientes y sumisos, como siempre, el grupo se instaló del lado sur y la onda -como se diría después- era tratar de poner una especie de plomada, que era una piedra amarrada al sedal y que no se soltara, darle vuelo entre los palos que sostenían la tierra como un puente y por sobre al agua. Era un espacio muy reducido, para que cayera el anzuelo a mitad del puente de perdido ya que allí podían esconderse los peces. Mientras que Abelardo le daba la extensión que quería al anzuelo y además, tenía la corriente a favor y el grupo, la tenía en contra.

No obstante lo anterior, Benito López logró en una ocasión, hacer un buen lanzamiento del anzuelo y cobró un bagre, que muy bien pudo haber pesado un medio kilogramo. La reacción del jefe no se hizo esperar y la emprendió a golpes contra Benito (Entiéndase que en la pelea hubo golpes permitidos y no permitidos). Pero, la ralea era feliz y gorjeaba como los pájaros. Abelardo fue el que sufrió porque se vio superado. Pero seguía siendo el jefe de la “Palomilla”.

Este tema sirvió para que Rubén escribiera un cuento para niños y otros 14 más, lo que da idea de que “Las Aventuras de Tom Sawyer”, muy bien fueron emuladas por estos niños sabinenses, sin haber leído este libro de Mark Twain. Algunos de los niños, ya lo habían leído y tal vez, les servía de inspiración y ejemplo. Debe formar parte de la biblioteca de cada familia donde haya varones. Servirá para recordar cómo eran los ancianos cuando eran niños. Donde haya niñas y damas se recomienda “Mujercitas” de la autora Louisa M. Alcott.