Hay una obra de la literatura del Nuevo Continente titulada “El Coronel no tiene quien le escriba” y hoy queremos escribirle al coronel de nuestro pueblo para decirle:
Recordamos tus pláticas matutinas de cada jueves y por muchos, muchos jueves; analizabas el estado de cosas que se vivía en el pueblo, y siempre preguntabas por la salud de mi madre. Una mañana de tantas frescas mañanas en la esquina, se acerca un hombre alto, muy blanco, de ojos de color y a primera vista me dije es norteamericano y hablaba el español de manera muy característica, pues era su segunda lengua, platica contigo, de perforaciones, de metales, de cotizaciones, se despide y con grandes pasos se aleja a lo largo de la calle.
Luego que se retiró me dijiste: Es ingeniero especializado en minas y perforaciones, y agregaste: la semana entrante vuela a Irak a supervisar unas perforaciones de pozoz petroleros. Al igual que él, tu vida estuvo ligada a las piedras, a los minerales, a las perforaciones, a las minas y a escudriñar el interior de las montañas y sacar de allí material útil.
Cuando niño y tú ya mayor, admiraba aquella camioneta que traías, de llantas altas y anchas especial para caminos y trabajos duros; me llamaba mucho la atención tu ropa resistente, tus gruesas botas y tu casco con una luz al frente, era tu atuendo de trabajo, en la caja de tu camioneta picos, palas, cuerdas, mechas, tanques, eran tus herramientas. Eras minero.
En muchas ocasiones a través del vidrio de una de las ventanas que da a la calle pudimos observar algunas piedras minerales, algunas de ellas muy brillantes, como mudos trofeos a tu ardio trabajo.
En el barrio te conocimos como “Chacho”, tus amigos te llamaban “Coronel como en muchas ocasiones te decía tu señor padre con mucho cariño.
Eduardo Morton Martínez, no te decimos adiós, sino hasta luego ¡Coronel!
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo
